martes, 6 de septiembre de 2011
Espectáculos gratuitos para el público, costosos para los artistas: Sobre las artes escénicas
Vivimos tiempos en que es más importante los votos que un partido pueda obtener que el desarrollo del arte y la cultura (herramienta indispensable para el combate a la violencia). En ese sentido es importante preguntar ¿cuál es el desarrollo de los grupos artísticos en el Estado? En particular de los grupos teatrales.
Digo esto porque una agrupación recibe egresos inferiores a los tiempos que trabaja, esto debido a que no hay una cultura de pagar un boleto para ver una obra de teatro, al menos que la obra presente a comediantes del canal de las “estrellas” o a esculturales mujeres que trabajen con uno de los tantos imperios de apellido Salinas.
La cuestión es muy clara, vemos una cartelera cultural atiborrada de eventos gratuitos, eventos en los que el público no tiene ni idea de lo que va a ir a presenciar, “es una obra de teatro gratis, total, qué perdemos”. Lo barato puede salir caro, en el sentido de que como la institución compra cualquier producto (mientras más barato mejor) no se detiene el comprador a verificar la calidad de lo que regalará (lo mismo sucede con algunas camisetas o gorras que se regalan en campaña) y como consecuencia mucho público no regresa a los teatros.
Lo anterior no quiere decir que todo lo gratuito sea garantía de mala calidad, porque hay muchos espectáculos que son a veces de primer nivel y otros de mediano nivel, pero que a final de cuentas logran una empatía con el público. ¿Ahora, cuánto le costó ese espectáculo de primer o mediano nivel a la institución? ¿Cinco, 8, 40, 70 mil pesos? Y las dos últimas cifras pagando producción.
Si se le pagó cinco mil a la compañía o al grupo por el espectáculo, estamos hablando que sólo pagará honorarios que incluyen actores, director, equipo técnico, derechos de autor, mantenimiento de escenografía y muchos etcéteras.
Un actor podría ganar 500 pesos por función cuando posiblemente invirtió entre 4 y 6 meses de su tiempo, entre 6 y 9 horas a la semana. Y se da por sentado que el pago a creativos ya fue realizado.
Cuando la cifra es de 40 ó 70 mil, hablamos de pagar: diseño de vestuario, diseño de escenografía, diseño de iluminación, realización de vestuario y escenografía, derechos de autor, dirección, actores, diseño de imagen, asistencia de dirección, producción, utilería, etc.
Podemos darnos cuenta que la institución paga un mínimo de lo que realmente cuesta un trabajo para que en el imaginario se tenga la idea de que se ofrece cultura. Porque además de esto el artista cumple con su presentación en tiempo y forma, mientras que la institución te pone en una larga lista de espera para pagar ese servicio (lo que no hace con los artistas extranjeros o “estrellas” televisivas), espera en la cual incluso hay que soportar humores de funcionarios, gastar de más en llamadas telefónicas e invertir más tiempo que no es redituable económicamente, todo esto para ver si en un acto de “piedad” te pagan.
Ahora, después de aquellas presentaciones que te paga la institución inicia una breve temporada, para seguir dándole vida a la obra y además recuperar o equilibrar el tiempo o la mano de obra invertida con las pequeñas ganancias generadas hasta el momento, y si la obra no es de muy pequeño formato y se requiere un teatro como tal, hay que pagar el porcentaje de la taquilla a la institución que te presta el recinto o te lo alquila.
En este tipo de funciones el pago al equipo de trabajo dependerá de lo recaudado en boletaje, aquí es donde surge el otro problema, cuando se ve la cartelera y el costo es de 100 a 80 pesos la gente no acude a la obra, mejor espera a ver si no hay alguna función gratuita. Y esto sin hablar de los gastos en publicidad (ya que la publicidad que te ofrece la renta del recinto es mínima) para poder atraer al público.
La cultura de que la cultura es gratuita es contraproducente para quien la hace, pero conveniente para quien la facilita. Se paga poco por ella y se obtiene una gran asistencia, por lo que en los informes que ofrecen a sus gobiernos no se buscan resultados cualitativos sino cuantitativos.
Hay que replantear los mecanismos, porque mientras algunos grupos prefieren ganar unos cuantos miles de pesos por algo que preparan en una semana sin ningún gasto de producción, mucho menos derechos de autor (el texto no lo crean sino que lo inventan), otros se lo toman en serio y se topan con una pared que está arraigada en el imaginario, la pared de que “la cultura no cuesta” y al artista le cuesta, le cuesta mucho.
Digo esto porque una agrupación recibe egresos inferiores a los tiempos que trabaja, esto debido a que no hay una cultura de pagar un boleto para ver una obra de teatro, al menos que la obra presente a comediantes del canal de las “estrellas” o a esculturales mujeres que trabajen con uno de los tantos imperios de apellido Salinas.
La cuestión es muy clara, vemos una cartelera cultural atiborrada de eventos gratuitos, eventos en los que el público no tiene ni idea de lo que va a ir a presenciar, “es una obra de teatro gratis, total, qué perdemos”. Lo barato puede salir caro, en el sentido de que como la institución compra cualquier producto (mientras más barato mejor) no se detiene el comprador a verificar la calidad de lo que regalará (lo mismo sucede con algunas camisetas o gorras que se regalan en campaña) y como consecuencia mucho público no regresa a los teatros.
Lo anterior no quiere decir que todo lo gratuito sea garantía de mala calidad, porque hay muchos espectáculos que son a veces de primer nivel y otros de mediano nivel, pero que a final de cuentas logran una empatía con el público. ¿Ahora, cuánto le costó ese espectáculo de primer o mediano nivel a la institución? ¿Cinco, 8, 40, 70 mil pesos? Y las dos últimas cifras pagando producción.
Si se le pagó cinco mil a la compañía o al grupo por el espectáculo, estamos hablando que sólo pagará honorarios que incluyen actores, director, equipo técnico, derechos de autor, mantenimiento de escenografía y muchos etcéteras.
Un actor podría ganar 500 pesos por función cuando posiblemente invirtió entre 4 y 6 meses de su tiempo, entre 6 y 9 horas a la semana. Y se da por sentado que el pago a creativos ya fue realizado.
Cuando la cifra es de 40 ó 70 mil, hablamos de pagar: diseño de vestuario, diseño de escenografía, diseño de iluminación, realización de vestuario y escenografía, derechos de autor, dirección, actores, diseño de imagen, asistencia de dirección, producción, utilería, etc.
Podemos darnos cuenta que la institución paga un mínimo de lo que realmente cuesta un trabajo para que en el imaginario se tenga la idea de que se ofrece cultura. Porque además de esto el artista cumple con su presentación en tiempo y forma, mientras que la institución te pone en una larga lista de espera para pagar ese servicio (lo que no hace con los artistas extranjeros o “estrellas” televisivas), espera en la cual incluso hay que soportar humores de funcionarios, gastar de más en llamadas telefónicas e invertir más tiempo que no es redituable económicamente, todo esto para ver si en un acto de “piedad” te pagan.
Ahora, después de aquellas presentaciones que te paga la institución inicia una breve temporada, para seguir dándole vida a la obra y además recuperar o equilibrar el tiempo o la mano de obra invertida con las pequeñas ganancias generadas hasta el momento, y si la obra no es de muy pequeño formato y se requiere un teatro como tal, hay que pagar el porcentaje de la taquilla a la institución que te presta el recinto o te lo alquila.
En este tipo de funciones el pago al equipo de trabajo dependerá de lo recaudado en boletaje, aquí es donde surge el otro problema, cuando se ve la cartelera y el costo es de 100 a 80 pesos la gente no acude a la obra, mejor espera a ver si no hay alguna función gratuita. Y esto sin hablar de los gastos en publicidad (ya que la publicidad que te ofrece la renta del recinto es mínima) para poder atraer al público.
La cultura de que la cultura es gratuita es contraproducente para quien la hace, pero conveniente para quien la facilita. Se paga poco por ella y se obtiene una gran asistencia, por lo que en los informes que ofrecen a sus gobiernos no se buscan resultados cualitativos sino cuantitativos.
Hay que replantear los mecanismos, porque mientras algunos grupos prefieren ganar unos cuantos miles de pesos por algo que preparan en una semana sin ningún gasto de producción, mucho menos derechos de autor (el texto no lo crean sino que lo inventan), otros se lo toman en serio y se topan con una pared que está arraigada en el imaginario, la pared de que “la cultura no cuesta” y al artista le cuesta, le cuesta mucho.
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1 comentario:
yo cuando estuve en un hotel en buenos aires parando por trabajo fui a un montón de espectáculos algunos gratuitos como cuando toco babasonicos y otros pagando. hay grandes artistas en Argentina
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