martes, 6 de septiembre de 2011
¿Teatro para ver o para leer?: Sobre las artes escénicas
El teatro se escribe no para ser leído sino para ser visto y escuchado, esta es una premisa que no se puede pasar por alto, pero también sería un error pensar que las obras no tienen que ser leídas sino vistas, digo que sería un error porque entonces nos perderíamos de grandes obras ya que éstas o no llegarán a nuestro Estado o porque si llegan a lo mejor su traducción escénicamente no estaría a la altura de lo que el texto dice, porque no basta subir a actores a escena a decir un texto para que la obra se realice.
Pienso que muchas veces es bueno que el espectador llegue al recinto teatral previa lectura del texto, porque a pesar de que sabemos qué va a pasar, hay algo que no sabemos y que es lo más importante ¿cómo va a pasar? Muchas veces imaginamos la obra desde el momento que la leemos, el lector se convierte en el director escénico de su propia lectura, lo que se vuelve significativo si nos topamos con un mal montaje, ya que en ocasiones el espectador se queda con la lectura que hizo previamente o por el contrario, se da cuenta que la lectura del director teatral le dio muchas perspectivas a la obra que el lector no había visto.
En ese sentido hay muchas obras que no tendremos oportunidad de ver a lo largo de nuestra vida, ya sea porque no nos encontramos en el lugar adecuado, porque nadie se ha tomado la molestia de montarla o los directores escénicos de nuestra ciudad no se han preocupado por leer lo suficiente para presentárnosla, por lo mismo la única opción que nos queda para poder acceder a esos invaluables tesoros artísticos es la lectura.
La lectura teatral es también un acto de imaginación y de dirección, la mente tiene que ser capaz de completar la información, imaginar espacios, vestuarios y movimiento, de ahí la complejidad para acceder a su código. Muchos se han acostumbrado a tener todo de forma fácil, la televisión ha sido también un factor que ha alejado la creatividad del pensamiento, limitándola.
Por eso que sea importante talleres de lectura para la comprensión del texto teatral, ya que éste es diferente a la novela, el cuento o la poesía. Porque es sabido que entre los lectores lo que menos se lee son obras de teatro, ya sea porque las acotaciones los distraen o porque a veces como no está acotado y explicado todo no entienden la intención que tienen los personajes al momento de dialogar.
Además no hay que olvidar que ante la falta de espectáculos teatrales en nuestro Estado que lleven a escena la dramaturgia contemporánea, no sólo nacional sino internacional, uno de los mejores recursos para conocerla es su lectura, ya sea a través de las diversas páginas de Internet de donde pueden bajarse de forma gratuita o por las editoriales mexicanas, cuyas ediciones pueden conseguirse en nuestro Estado, que se han preocupado por la divulgación de la dramaturgia nacional e internacional.
Cierto es que el hecho teatral es la verificación del texto escrito, pero también podemos pensar que ante las limitaciones, el lector puede terminar siendo el director escénico de su propia lectura.
Pienso que muchas veces es bueno que el espectador llegue al recinto teatral previa lectura del texto, porque a pesar de que sabemos qué va a pasar, hay algo que no sabemos y que es lo más importante ¿cómo va a pasar? Muchas veces imaginamos la obra desde el momento que la leemos, el lector se convierte en el director escénico de su propia lectura, lo que se vuelve significativo si nos topamos con un mal montaje, ya que en ocasiones el espectador se queda con la lectura que hizo previamente o por el contrario, se da cuenta que la lectura del director teatral le dio muchas perspectivas a la obra que el lector no había visto.
En ese sentido hay muchas obras que no tendremos oportunidad de ver a lo largo de nuestra vida, ya sea porque no nos encontramos en el lugar adecuado, porque nadie se ha tomado la molestia de montarla o los directores escénicos de nuestra ciudad no se han preocupado por leer lo suficiente para presentárnosla, por lo mismo la única opción que nos queda para poder acceder a esos invaluables tesoros artísticos es la lectura.
La lectura teatral es también un acto de imaginación y de dirección, la mente tiene que ser capaz de completar la información, imaginar espacios, vestuarios y movimiento, de ahí la complejidad para acceder a su código. Muchos se han acostumbrado a tener todo de forma fácil, la televisión ha sido también un factor que ha alejado la creatividad del pensamiento, limitándola.
Por eso que sea importante talleres de lectura para la comprensión del texto teatral, ya que éste es diferente a la novela, el cuento o la poesía. Porque es sabido que entre los lectores lo que menos se lee son obras de teatro, ya sea porque las acotaciones los distraen o porque a veces como no está acotado y explicado todo no entienden la intención que tienen los personajes al momento de dialogar.
Además no hay que olvidar que ante la falta de espectáculos teatrales en nuestro Estado que lleven a escena la dramaturgia contemporánea, no sólo nacional sino internacional, uno de los mejores recursos para conocerla es su lectura, ya sea a través de las diversas páginas de Internet de donde pueden bajarse de forma gratuita o por las editoriales mexicanas, cuyas ediciones pueden conseguirse en nuestro Estado, que se han preocupado por la divulgación de la dramaturgia nacional e internacional.
Cierto es que el hecho teatral es la verificación del texto escrito, pero también podemos pensar que ante las limitaciones, el lector puede terminar siendo el director escénico de su propia lectura.
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