viernes, 30 de septiembre de 2011

La costumbre de olvidar a los insurrectos y dar la bienvenida a los tiranos: Apuntes de un escribidor

Uno de los libros cuya relectura me apasiona es “La chica del trombón”, de Antonio Skármeta, novela que está ambientada en Chile y que nos muestra paralelamente cómo crece una niña y un político: Alia Emar Coppeta y Salvador Allende, dos vidas separadas que al final se unen en la celebración del triunfo socialista en Latinoamérica.
Skármeta nos da la hermosa historia de amor e identidad que es la vida de Alia Emar, pero también una desoladora forma de hacer política en los países latinoamericanos donde lo que menos importa es la población, ya que se matiza el asedio de poder de la derecha a costa de lo que sea.
Nuestro país no está lejos de esa perspectiva, al igual que lo que le pasó a Allende, los votos que pudiera tener AMLO por parte de la izquierda se dividirán entre él y Ebrard, lo que dará pie a un nuevo triunfo neoliberal que ahora estará al mando de Peña Nieto y Carlos Salinas de Gortari. Divide al pueblo y vencerás.
Lo peor de este argumento es que vivimos en el país de la conciencia “relámpago”, donde sabemos la vida de alguien porque la televisión nos recuerda algo que creíamos olvidado, para qué investigar lo que ha hecho Marcelo Ebrard por este país si en dos programas especiales TV Azteca se ha encargado de refrescarnos la memoria. Pero como el que paga manda, el contenido de ese programa tiene una dirección clara: favorecer al político que ha cambiado de partido según su conveniencia, militando incluso con la derecha disfrazada.
Por lo mismo somos un pueblo olvidadizo, pero tenemos a la televisión para darnos clases de historia del México contemporáneo. Hemos olvidado el odio que se le tenía a Salinas, quien tomó el poder gracias a un fraude que nadie pone en duda y terminó vendiendo al país con la política de privatizar en vez de expropiar, darle todo a los poderosos de afuera a costa de la pobreza de los de adentro. Hemos olvidado el rescate bancario que impulsó Felipe Calderón, que provocó una deuda que el pueblo tiene que pagar, ya que los políticos no pagan ni siquiera sus impuestos, país de carencias para muchos y vida ostentosa para pocos.
No es de extrañar que Salinas de Gortari aplauda el modelo económico de Calderón si la escuela de rapiña es la misma, no es de extrañar que el 11 de septiembre se recuerde en la televisión el atentado contra las torres gemelas que trajo como consecuencia ocupaciones militares con daños colaterales incalculables, en vez de recordar el golpe de Estado promovido por Estados Unidos contra el gobierno socialista de Salvador Allende; no es de extrañar que la pasividad del pueblo sea producto de los dos canales idiotas y que el dinero del país se lo estén llevando Televisa y TV Azteca porque los políticos están comprando la imagen de salvadores sociales. No es de extrañar que la costumbre de olvidar a los insurrectos y dar la bienvenida a los tiranos haya destruido una generación.
Y hablando del 11 de septiembre, Allende dijo al pueblo antes de que la dictadura militar se estableciera y su vida terminara: “La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada. Este es un momento duro y difícil: es posible que nos aplasten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor. Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros a esta Patria. Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra... rota la doctrina de las Fuerzas Armadas”.
“Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.

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