martes, 6 de septiembre de 2011
Carta a Dios: Apuntes de un escribidor
Dios:
Escribo esta carta haciendo alusión a tu omnipresencia, omnisciencia y falta de dialéctica en la que nos has sumido por ser tú concepto más que una realidad (sin afán de ofender). Como todo en la vida tu nombre ha sido utilizado para destruir y escalar el poder, pero no deberías de avergonzarte porque la sola palabra Dios en cualquier contexto suena a eso, a poder; pero hay que tener en cuenta que esa misma distorsión se hizo con otros conceptos como “libertad”, “democracia”, “arte”, bien común”, “justicia” y “paz mundial”.
Ahora, es cierto que existen muchos otros fanáticos quienes creen que ha sido tu culpa todo lo que ocurre en el mundo, que ha sido tu culpa toda la ignorancia, ignominia, guerras y crímenes de lesa humanidad. Sabemos perfectamente que no es así, muchos ateos se han pasado la vida denigrándote por una religión de occidente, judeocristiana, aunque si es cierto que eres el opio del pueblo, no hay que olvidar que el capitalismo se ha convertido en la heroína (de droga, no de héroe) de las masas. También sabemos que la culpa no la tiene el ateo ignorante sino el capital que lo ha cegado. Te hemos trascendido desde hace mucho, ¿por qué entonces sigues embaucando a los ignorantes? ¿Los embaucas? Esa es una pregunta que hay que formular con el debido respeto.
Quiero decirte que no estoy en tu defensa, ni en tu contra. Todos deberíamos de creer en algo: en un concepto, una idea, una realidad o una utopía, pero muchos en vez de creer siguen como borregos ideas que ven por ahí, no creer en ti es algo en qué creer, siempre y cuando ese algo esté sustentado de alguna otra forma y no la descalificación sólo por parecer “underground”.
No hay que olvidar que la desilusión del hombre que lo llevó a cuestionar la existencia, la realidad, la vida y todo lo que pudo se dio cuando dejó de creer en ti para creer en la ciencia y ésta lo traicionó. El hombre pensaba que el camino a la ciencia nos conduciría a la verdad, y sabemos que no fue así. Las restricciones a costa de tu nombre fueron sustituidos por el conocimiento que creó otras restricciones aún más perversas, la ciencia aplicada condujo a una maquinaria de muerte, a un arsenal para ocupar países y que superó los instrumentos de tortura y pena capital de la inquisición, entonces ¿qué nos queda? Y esta parece una pregunta retórica, pero la formulo con una verdadera preocupación. Aun sabiendo la respuesta.
Escribo esta carta a partir de una relectura que hacía del trabajo de Evelyne de la Chenelière y en particular de su obra Bashir Lazar, donde aquel hombre que ha pedido asilo político en otro país a causa de la guerra, que le ha arrebatado a su familia, en algún momento se pone a hablar contigo y refleja su sentir y su pesar, pero lo hace de tal forma en la que podemos decir que lo que no hemos pasado no nos golpea de forma tan contundente, ha pasado por la mente como concepto, al igual que tú, pero no como algo físico vivencial (la afectación, que también lo da el arte), pero por eso sólo hablamos por hablar.
A mi entender la afectación es muy clara en muchos textos de escritores constantes, como ejemplo pongo el fragmento de Bashir Lazar en el que se dirige hacia ti.
“A Dios:
Me llamo Bashir Lazar y le pido al Gran Patrón una pequeña revisión. Si pudiera revisar su decisión de quitarme lo más preciado que tengo en el mundo, eso me sería muy útil para funcionar en la vida. Sé que la fila de la oficina de quejas es larga, sin embargo si pudiera devolverme a mi familia, yo le haría una publicidad extraordinaria. Dicen que el regateo es una etapa normal del duelo. Entonces regateo, es normal. No quiero ser valiente. No me quiero reponer. No quiero olvidar. No quiero salir adelante. Quiero a mi mujer, quiero a mis hijos. No me quiero morir porque sé que no es cierto que los volveré a encontrar. No es cierto. La muerte no tiene premio de consolación. No quiero ser consolado, no quiero dormirme, olvidar y ya no recordar. Quiero conocer exactamente mi pena, conocerla y medirla.
-¿Me amas como qué, Alicia?
-Grande como el universo.
-¿Nada más?
-Sí, mucho más.
-Entonces ¿como qué?
-Te amo grande como el universo, pero más grande.
-Hay que medir todo.
Quiero todo eso y no quiero pedirlo amablemente. No quiero que mi familia sirva de lección a la humanidad. Quiero que viva sin enseñarle nada a nadie. Quiero pensar en mi mujer y que me haga sonreír como antes, no quiero ser fuerte. Ya no quiero nada de lo que quería. No quiero papeles, no quiero trabajo, no quiero estatus, no quiero paz. Quiero a mi familia, incluso a mi familia con miedo, a mi familia con dolor de panza, incluso la quiero sudorosa y estremeciéndose y con dolores de espalda y con dolores de cabeza, la quiero para fingir una vez más, para hacer como si, para hacer como si pudiera salvarla una vez más”.
Y como concepto o no, sólo quería expresarme ante ti, como lo hacen todos.
Escribo esta carta haciendo alusión a tu omnipresencia, omnisciencia y falta de dialéctica en la que nos has sumido por ser tú concepto más que una realidad (sin afán de ofender). Como todo en la vida tu nombre ha sido utilizado para destruir y escalar el poder, pero no deberías de avergonzarte porque la sola palabra Dios en cualquier contexto suena a eso, a poder; pero hay que tener en cuenta que esa misma distorsión se hizo con otros conceptos como “libertad”, “democracia”, “arte”, bien común”, “justicia” y “paz mundial”.
Ahora, es cierto que existen muchos otros fanáticos quienes creen que ha sido tu culpa todo lo que ocurre en el mundo, que ha sido tu culpa toda la ignorancia, ignominia, guerras y crímenes de lesa humanidad. Sabemos perfectamente que no es así, muchos ateos se han pasado la vida denigrándote por una religión de occidente, judeocristiana, aunque si es cierto que eres el opio del pueblo, no hay que olvidar que el capitalismo se ha convertido en la heroína (de droga, no de héroe) de las masas. También sabemos que la culpa no la tiene el ateo ignorante sino el capital que lo ha cegado. Te hemos trascendido desde hace mucho, ¿por qué entonces sigues embaucando a los ignorantes? ¿Los embaucas? Esa es una pregunta que hay que formular con el debido respeto.
Quiero decirte que no estoy en tu defensa, ni en tu contra. Todos deberíamos de creer en algo: en un concepto, una idea, una realidad o una utopía, pero muchos en vez de creer siguen como borregos ideas que ven por ahí, no creer en ti es algo en qué creer, siempre y cuando ese algo esté sustentado de alguna otra forma y no la descalificación sólo por parecer “underground”.
No hay que olvidar que la desilusión del hombre que lo llevó a cuestionar la existencia, la realidad, la vida y todo lo que pudo se dio cuando dejó de creer en ti para creer en la ciencia y ésta lo traicionó. El hombre pensaba que el camino a la ciencia nos conduciría a la verdad, y sabemos que no fue así. Las restricciones a costa de tu nombre fueron sustituidos por el conocimiento que creó otras restricciones aún más perversas, la ciencia aplicada condujo a una maquinaria de muerte, a un arsenal para ocupar países y que superó los instrumentos de tortura y pena capital de la inquisición, entonces ¿qué nos queda? Y esta parece una pregunta retórica, pero la formulo con una verdadera preocupación. Aun sabiendo la respuesta.
Escribo esta carta a partir de una relectura que hacía del trabajo de Evelyne de la Chenelière y en particular de su obra Bashir Lazar, donde aquel hombre que ha pedido asilo político en otro país a causa de la guerra, que le ha arrebatado a su familia, en algún momento se pone a hablar contigo y refleja su sentir y su pesar, pero lo hace de tal forma en la que podemos decir que lo que no hemos pasado no nos golpea de forma tan contundente, ha pasado por la mente como concepto, al igual que tú, pero no como algo físico vivencial (la afectación, que también lo da el arte), pero por eso sólo hablamos por hablar.
A mi entender la afectación es muy clara en muchos textos de escritores constantes, como ejemplo pongo el fragmento de Bashir Lazar en el que se dirige hacia ti.
“A Dios:
Me llamo Bashir Lazar y le pido al Gran Patrón una pequeña revisión. Si pudiera revisar su decisión de quitarme lo más preciado que tengo en el mundo, eso me sería muy útil para funcionar en la vida. Sé que la fila de la oficina de quejas es larga, sin embargo si pudiera devolverme a mi familia, yo le haría una publicidad extraordinaria. Dicen que el regateo es una etapa normal del duelo. Entonces regateo, es normal. No quiero ser valiente. No me quiero reponer. No quiero olvidar. No quiero salir adelante. Quiero a mi mujer, quiero a mis hijos. No me quiero morir porque sé que no es cierto que los volveré a encontrar. No es cierto. La muerte no tiene premio de consolación. No quiero ser consolado, no quiero dormirme, olvidar y ya no recordar. Quiero conocer exactamente mi pena, conocerla y medirla.
-¿Me amas como qué, Alicia?
-Grande como el universo.
-¿Nada más?
-Sí, mucho más.
-Entonces ¿como qué?
-Te amo grande como el universo, pero más grande.
-Hay que medir todo.
Quiero todo eso y no quiero pedirlo amablemente. No quiero que mi familia sirva de lección a la humanidad. Quiero que viva sin enseñarle nada a nadie. Quiero pensar en mi mujer y que me haga sonreír como antes, no quiero ser fuerte. Ya no quiero nada de lo que quería. No quiero papeles, no quiero trabajo, no quiero estatus, no quiero paz. Quiero a mi familia, incluso a mi familia con miedo, a mi familia con dolor de panza, incluso la quiero sudorosa y estremeciéndose y con dolores de espalda y con dolores de cabeza, la quiero para fingir una vez más, para hacer como si, para hacer como si pudiera salvarla una vez más”.
Y como concepto o no, sólo quería expresarme ante ti, como lo hacen todos.
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