martes, 6 de septiembre de 2011
Migrar de la institucionalidad: Apuntes de un escribidor
El padre Alejandro Solalinde ha mantenido una lucha incansable contra el trato que reciben los migrantes en México, no sólo por parte del crimen organizado, sino también por las propias instituciones que están encargadas de protegerlos o de coadyuvar en lo que se refiere a su situación migratoria.
El infierno por el que tienen que pasar los migrantes ha sido tratado en diversas obras literarias, cinematográficas, reportajes y documentales, pero aún así la situación es muy compleja, alarmante, inimaginable y al parecer al gobierno le importa poco.
La ventaja de ser un consentido de los poderosos es que se está protegido por un manto de impunidad, como sucedió con Hernán Vega Burgos, quien fue acusado de los delitos de lenocinio y trata de personas, ya que como funcionario de migración fue copartícipe de una red de prostitución con migrantes centroamericanas.
Fue inhabilitado al hallarlo culpable, pues las pruebas y los señalamientos eran irrefutables, pero a pesar de que se le condenó a no poder tener un cargo público por algunos años, este hombre no pisó la cárcel.
Esta podredumbre que empieza con los que deben encargarse de aplicar la ley nos muestra que el ejemplo que está ateniendo la ciudadanía es de aplicar la ley del más fuerte, como los que están encargados de valer nuestros derechos nos pisotean, entonces nosotros vamos a pisotear a los otros. En cierta medida esto es lo que nos está ocurriendo.
El padre Solalinde tocó una de las fibras más sensibles de los que viven en la doble moral cuando les pidió perdón a “Los Zetas” y también que dejen las armas y respeten la vida e integridad de los migrantes.
Las reacciones no se hicieron esperar, en particular de aquellos que iniciaron esta guerra pero que ni de broma se pararían en el campo de batalla, y la respuesta del padre fue contundente:
“Yo les pedí perdón no por lo que hacen, sino por lo que nosotros hemos hecho por ellos, porque esas personas no nacieron “zetas”, fueron niños algún día. Son fruto de una sociedad enferma, son también fruto de las instituciones fallidas que no funcionan para formar seres humanos sino monstruos”.
Y hablando de instituciones fallidas, ese era el discurso que proponía AMLO cuando le robaron la presidencia, derribar las podridas instituciones y levantarlas, pero lo tacharon de dictador, de loco, de no creer en la ley. En este sexenio el cinismo institucional ha sido la forma preponderante de gobierno.
Al ocupante de Los Pinos dice dolerle profundamente la pobreza, mientras viaja en un avión de lujo, lo que en dinero en efectivo equivaldría a uno o tres meses de alimentación de una familia.
La institución ya no es garantía de credibilidad ni para el mexicano más ingenuo, al contrario, le tiene miedo, piensa en el martirio que será acudir a ella, te tratarán mal o peor aún: irás a pedir un apoyo y les saldrás debiendo.
Habría que tener el valor de pedir perdón, eso debería hacer el usurpador, habría que tener la fuerza para decir como primera promesa de campaña: Mi primera acción de gobierno será jubilar a Elba Esther… Ya alguien lo dijo.
La situación de los migrantes es el dolor de saber que este es el país más inseguro, un país que ya deja de ser digno para los exilados y que por el contrario, se está convirtiendo en la nación de la que todos quisieran exilarse.
El descontento de algunos contra el padre Solalinde y Javier Sicilia en las redes sociales, en algunos noticieros o medios impresos, es porque saben que efectivamente los políticos tienen la culpa de la ira social, una minoría que estaba muy abajo terminó siendo una gran mayoría que pide venganza, el problema es que los culpables se blindaron a través del poder y sufren los que están desprotegidos.
Lo peor de todo es que a los culpables dice dolerle, pero inmediatamente dan la orden de tergiversar toda lucha social y hay peones a los que no les importa ser partícipes de esta masacre. Porque lo que menos se quiere es vivir sin poder, aun a costa de millares de víctimas.
El infierno por el que tienen que pasar los migrantes ha sido tratado en diversas obras literarias, cinematográficas, reportajes y documentales, pero aún así la situación es muy compleja, alarmante, inimaginable y al parecer al gobierno le importa poco.
La ventaja de ser un consentido de los poderosos es que se está protegido por un manto de impunidad, como sucedió con Hernán Vega Burgos, quien fue acusado de los delitos de lenocinio y trata de personas, ya que como funcionario de migración fue copartícipe de una red de prostitución con migrantes centroamericanas.
Fue inhabilitado al hallarlo culpable, pues las pruebas y los señalamientos eran irrefutables, pero a pesar de que se le condenó a no poder tener un cargo público por algunos años, este hombre no pisó la cárcel.
Esta podredumbre que empieza con los que deben encargarse de aplicar la ley nos muestra que el ejemplo que está ateniendo la ciudadanía es de aplicar la ley del más fuerte, como los que están encargados de valer nuestros derechos nos pisotean, entonces nosotros vamos a pisotear a los otros. En cierta medida esto es lo que nos está ocurriendo.
El padre Solalinde tocó una de las fibras más sensibles de los que viven en la doble moral cuando les pidió perdón a “Los Zetas” y también que dejen las armas y respeten la vida e integridad de los migrantes.
Las reacciones no se hicieron esperar, en particular de aquellos que iniciaron esta guerra pero que ni de broma se pararían en el campo de batalla, y la respuesta del padre fue contundente:
“Yo les pedí perdón no por lo que hacen, sino por lo que nosotros hemos hecho por ellos, porque esas personas no nacieron “zetas”, fueron niños algún día. Son fruto de una sociedad enferma, son también fruto de las instituciones fallidas que no funcionan para formar seres humanos sino monstruos”.
Y hablando de instituciones fallidas, ese era el discurso que proponía AMLO cuando le robaron la presidencia, derribar las podridas instituciones y levantarlas, pero lo tacharon de dictador, de loco, de no creer en la ley. En este sexenio el cinismo institucional ha sido la forma preponderante de gobierno.
Al ocupante de Los Pinos dice dolerle profundamente la pobreza, mientras viaja en un avión de lujo, lo que en dinero en efectivo equivaldría a uno o tres meses de alimentación de una familia.
La institución ya no es garantía de credibilidad ni para el mexicano más ingenuo, al contrario, le tiene miedo, piensa en el martirio que será acudir a ella, te tratarán mal o peor aún: irás a pedir un apoyo y les saldrás debiendo.
Habría que tener el valor de pedir perdón, eso debería hacer el usurpador, habría que tener la fuerza para decir como primera promesa de campaña: Mi primera acción de gobierno será jubilar a Elba Esther… Ya alguien lo dijo.
La situación de los migrantes es el dolor de saber que este es el país más inseguro, un país que ya deja de ser digno para los exilados y que por el contrario, se está convirtiendo en la nación de la que todos quisieran exilarse.
El descontento de algunos contra el padre Solalinde y Javier Sicilia en las redes sociales, en algunos noticieros o medios impresos, es porque saben que efectivamente los políticos tienen la culpa de la ira social, una minoría que estaba muy abajo terminó siendo una gran mayoría que pide venganza, el problema es que los culpables se blindaron a través del poder y sufren los que están desprotegidos.
Lo peor de todo es que a los culpables dice dolerle, pero inmediatamente dan la orden de tergiversar toda lucha social y hay peones a los que no les importa ser partícipes de esta masacre. Porque lo que menos se quiere es vivir sin poder, aun a costa de millares de víctimas.
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