viernes, 30 de diciembre de 2011
Juárez 6.01: Sobre la dramaturgia necesaria
La revista mexicana de teatro Paso de Gato en su número 47, correspondiente al trimestre octubre-diciembre de 2011 y cuyo Dossier está dedicado a la palabra en escena, en su sección “Estreno de papel” publicó la obra “Juárez 6.01”, de Eduardo Castañeda.
Por engañoso que nos pueda resultar el título, la obra no habla de las muertas de Juárez, sino que es una muestra de la corrupción de los pequeños funcionarios de nuestro país que aspiran al puesto “grande”, sin importar sobre quién tengan que escalar ni a qué ciudadano de nuestro mismo continente tengan que vejar (la rima interna es sinónimo no de complicidad sino de indignación), más bien nos habla de una realidad concreta.
La acción se desarrolla en algún lugar dentro de las oficinas aduanales del Aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México, entre cubículos fríos y anónimos, pero que traen consigo toda la intimidación posible que conlleva la bienvenida de los extranjeros a nuestra corrupta tierra y el recibimiento en las oficinas aduanales.
Los personajes que nos dibujan la acción son tres latinoamericanos, compas, gente que al igual que nosotros tuvo la mala suerte de caer en las manos equivocadas y en las situaciones propicias para que se les acuse de delincuentes, pero queda al desnudo que el verdadero delincuente es el corrupto, en este caso el mexicano.
Felipe de Jesús Díaz es un agente aduanal, aproximadamente de 30 años, de apariencia sencilla, gesto minucioso y apocado, lentes pequeños, cabello bien recortado y peinado con mucho gel. Es el funcionario mediocre que al ser humillado por su jefe (quien es también su tío) tiene que buscar con quién desquitarse. La inofensiva apariencia de este individuo ante su jefe permite que Díaz vaya creciendo al grado de mostrarnos que puede ser capaz de representar todo un sistema podrido.
Patricia Bartís es una argentina, porteña, muy guapa, de unos 24 años, viste una falda o vestido en colores chillones que guarda un secreto que a la larga será su talón de aquiles.
Mario Ferreou es un uruguayo, sobrio de 57 años, viste pantalones de pana, camisa casual y un blazer de piel. Es profesor de Historia, conoce a la perfección la historia de nuestro país, y su atracción por las jóvenes estudiantes se tomará como pretexto para mantenerlo detenido en las oficinas aduanales.
Diego Armando Moretti es argentino de 32 años, atractivo, viste ropa ostentosa con estampados de diseñadores famosos y lentes oscuros, es un representante del mundo de la farándula, lo que le hace tener una actitud prepotente, pero ante la burocracia tiene que ceder y comportarse de manera más dócil.
Estos tres extranjeros son interrogados por Díaz, quien logra sacarles la información suficiente para acusarlos de algo sin que ellos puedan levantar una queja, pero también es la oportunidad de Díaz de subir de puesto dejando “caer” a su tío. Una obra cómica, una crítica social en la que a través del habla podemos ver la realidad de un país, pero sobre todo la falta de escrúpulos que es el “ser” funcionario mexicano. Este dramaturgo no le huye a describirnos esa naturaleza que abunda en el inconsciente de nuestro país. Una dramaturgia necesaria con eficiencia escénica.
Martín López Brie dice sobre el autor: “Eduardo Castañeda, además de un buen dramaturgo, es también un excelente actor y director de escena, lo que sin duda le permite concebir los textos como propuestas escénicas integrales, donde se equilibran con eficacia el diseño de personajes con la concepción de la escena y los usos del lenguaje. El humor ligero –pero no trivial– y las reflexiones sobre situaciones cotidianas, son rasgos que sin duda pueden encontrarse en sus obras”.
Por engañoso que nos pueda resultar el título, la obra no habla de las muertas de Juárez, sino que es una muestra de la corrupción de los pequeños funcionarios de nuestro país que aspiran al puesto “grande”, sin importar sobre quién tengan que escalar ni a qué ciudadano de nuestro mismo continente tengan que vejar (la rima interna es sinónimo no de complicidad sino de indignación), más bien nos habla de una realidad concreta.
La acción se desarrolla en algún lugar dentro de las oficinas aduanales del Aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México, entre cubículos fríos y anónimos, pero que traen consigo toda la intimidación posible que conlleva la bienvenida de los extranjeros a nuestra corrupta tierra y el recibimiento en las oficinas aduanales.
Los personajes que nos dibujan la acción son tres latinoamericanos, compas, gente que al igual que nosotros tuvo la mala suerte de caer en las manos equivocadas y en las situaciones propicias para que se les acuse de delincuentes, pero queda al desnudo que el verdadero delincuente es el corrupto, en este caso el mexicano.
Felipe de Jesús Díaz es un agente aduanal, aproximadamente de 30 años, de apariencia sencilla, gesto minucioso y apocado, lentes pequeños, cabello bien recortado y peinado con mucho gel. Es el funcionario mediocre que al ser humillado por su jefe (quien es también su tío) tiene que buscar con quién desquitarse. La inofensiva apariencia de este individuo ante su jefe permite que Díaz vaya creciendo al grado de mostrarnos que puede ser capaz de representar todo un sistema podrido.
Patricia Bartís es una argentina, porteña, muy guapa, de unos 24 años, viste una falda o vestido en colores chillones que guarda un secreto que a la larga será su talón de aquiles.
Mario Ferreou es un uruguayo, sobrio de 57 años, viste pantalones de pana, camisa casual y un blazer de piel. Es profesor de Historia, conoce a la perfección la historia de nuestro país, y su atracción por las jóvenes estudiantes se tomará como pretexto para mantenerlo detenido en las oficinas aduanales.
Diego Armando Moretti es argentino de 32 años, atractivo, viste ropa ostentosa con estampados de diseñadores famosos y lentes oscuros, es un representante del mundo de la farándula, lo que le hace tener una actitud prepotente, pero ante la burocracia tiene que ceder y comportarse de manera más dócil.
Estos tres extranjeros son interrogados por Díaz, quien logra sacarles la información suficiente para acusarlos de algo sin que ellos puedan levantar una queja, pero también es la oportunidad de Díaz de subir de puesto dejando “caer” a su tío. Una obra cómica, una crítica social en la que a través del habla podemos ver la realidad de un país, pero sobre todo la falta de escrúpulos que es el “ser” funcionario mexicano. Este dramaturgo no le huye a describirnos esa naturaleza que abunda en el inconsciente de nuestro país. Una dramaturgia necesaria con eficiencia escénica.
Martín López Brie dice sobre el autor: “Eduardo Castañeda, además de un buen dramaturgo, es también un excelente actor y director de escena, lo que sin duda le permite concebir los textos como propuestas escénicas integrales, donde se equilibran con eficacia el diseño de personajes con la concepción de la escena y los usos del lenguaje. El humor ligero –pero no trivial– y las reflexiones sobre situaciones cotidianas, son rasgos que sin duda pueden encontrarse en sus obras”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario