“Tutor: No hay lágrimas en tus ojos
Cadmo: No soy de los que lloran.
Para llorar se requiere plenitud
Y el mundo está vacío”.
La editorial Jus y
El autor define su idea del teatro de la siguiente forma: “En un mundo occidental donde reina una creciente irresponsabilidad ante las palabras y los símbolos, el teatro puede, como cualquier otra forma de belleza, volverse un espacio donde el despertar aún es posible, donde todavía está permitido escapar, juntos, espectadores y actores, de la somnolencia de lo cotidiano: intentar despertarnos de nuestra vida adormecida”.
Mouawad nació en Líbano, a causa de la guerra civil su familia tuvo que emigrar a Francia, debido a que no le otorgaron la residencia se estableció en Canadá, donde obtuvo el reconocimiento tanto nacional como internacional por sus obras.
La guerra, el exilio y la muerte son temas fundamentales en su teatro, así como esa relación y pertenencia a oriente y occidente. Como señaló en una entrevista que le hiciera Jean-Francois Coté: “La vida me dijo: ¡exilio, guerra, muerte! Hoy le respondo: ¡Teatro!
Este año, en el Festival de Aviñón, el director y dramaturgo presentó su monumental trilogía: “Litoral”, “Incendios” y “Bosques”, la cual tuvo una duración de 12 horas, esta epopeya escénica atrajo al público pero sobre todo se hizo una pequeña retrospectiva del alcance de su escritura dramática, ya que litoral se escribió en 1997 y días después a este festival se presentó la obra “Cielos”, por lo que ahora estas obras forman una tetralogía a la cual tituló: “La sangre de las promesas”.
Las apuestas estructurales y recursos de los que se vale el autor nos dejan ver la capacidad de jugar con los géneros literarios, dentro de una visión postmoderna y a la vez postdramática, Mouawad propone en “Ni el sol ni la muerte pueden mirarse de frente”, tres episodios de un gran relato que retoma la tragedia griega: Cadmo, Edipo y Layo.
De cómo el pueblo de Cadmo sucumbe después del secuestro de Europa y el padre hace morir a los hermanos al iniciar la guerra: ojo por ojo y diente por diente, matanzas, violaciones, saqueos, incendios, la historia de la humanidad que se irá construyendo de forma circular, para concluir con que no hay dioses, sólo hombres.
Cadmo funda Tebas a sabiendas que la destrucción de su nuevo pueblo será inevitable. De ahí pasamos a la historia de Layo y luego a la de Edipo, la traición, las malas decisiones y los impulsos de un rey nos dejan ver cómo es el hombre que destruye a los pueblos y no los oráculos ni los designios divinos.
Esta tragedia moderna de gran manufactura está escrita a manera de versos y a pesar de utilizar a personajes de la tragedia griega, se torna en una metáfora de nuestro siglo: Edipo: Ni el sol ni la muerte/ Pueden mirase/ Cara a cara/ Sin que la cara arda/ Sin que el sol se apague…Hombres con cabeza de toro/ Desembarcaron en esta playa/ Para raptar a una mujer de espléndida cabellera/ Europa hermana de Cadmo fundador de la ciudad/ Europa cuya desaparición marcó para mi pueblo/ El inicio de la gran catástrofe/ Que arrancó a los hombres de su ceguera/ Para estamparlos contra el deslumbrante muro de la relevación./ A todos a los que aún quieren/ Lanzar esta historia al fuego/ Nosotros lo impediremos/ Nosotros lo impediremos (la última frase se repite otras nueve veces).
(Mouawad, Wajdi. “Ni el sol ni la muerte pueden mirarse de frente”; Tr. Esther Seligson. Editorial Jus/Compañía Nacional de Teatro. México 2009. Pp. 192)
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