Algunos productos de la pantalla grande sólo son una extensión de la obra escrita, una complacencia para el lector, el ejemplo más claro es Harry Potter, quien no haya leído los libros de la saga le parecerá incongruente e incluso se cuestionará por qué los libros de Rowling han sido uno de los más leídos al ver su adaptación al cine.
Muy diferente a la versión cinematográfica del Señor de los anillos de J.R.R Tolkien, cuya versión es muy acertada en casi todos los aspectos, después de ver la película surge la gran intención de acudir a la versión impresa.
Ahora bien, en cuanto a la literatura contemporánea, no es una novedad que los creadores del séptimo arte hayan puesto los ojos en novelas que han sido fundamentales para lectores de finales del siglo XX. No voy a hablar del cine de autor, que es un tema vasto y a la vez prolífico, me enfocaré aquí a hablar sólo de lo que he visto y leído.
En 1998, cuando la juventud estaba en su máximo esplendor, me tocó ver una película escocesa, filmada en 1996 y dirigida por Danny Boyle. Trainspotting que fue subtitulada como La vida en el abismo, basada en la novela homónima escrita por Irvine Welsh.
Basta decir que el filme puso a Ewan McGregor en la cima como histrión, de ahí para el real y su proyección comercial incluida las fallidas Guerra de las galaxias I, II Y III.
Trainspotting es una película apabullante de principio a fin, el universo de la heroína, el desempleo, el sida y hasta el fútbol y la confección del mundo a partir de la premisa de la adicción y la posible cura ante la imposibilidad de este mudo mundo.
Música, actuaciones, diseño de arte, guión, todo estaba en orden y colocaba a Welsh (cuya contraportada de la edición de Anagrama cita a Rebel Inc: “Merece vender más ejemplares que la Biblia”) en la posición que le correspondía dentro de la literatura actual.
Aunque la película se ha convertido en referencia para hablar de las adicciones, no se deja de recomendar leer el libro de Welsh. Una película no lo puede abarcar todo, siempre habrá una economía de referentes, suprimir personajes, descartar algunos episodios de la obra escrita etc. Todo con el fin de acoplarse a las necesidades tanto presupuestales como de la concepción artística del film. En la película de Boyle por ejemplo, no vemos la venganza de Davie hacia Alan Venters: un pasaje sobre la ira, la venganza y la purificación matizada con la violencia de Welsh, de esa que cala.
El Trainspotting de Danny Boyle es una verdadera muestra del séptimo arte de los años 90 del siglo pasado, de ahí que el director sea una referencia del cine europeo y ahora con Slumdog Millionaire (Quisiera ser millonario 2008) le ha dado más que la vuelta al mundo su retorno a los Estados Unidos. Desde “Shallow Grave” (Tumba al ras de la tierra 1994) se veía la capacidad de este director y su versión de la obra de Welsh es muy acertada.
Otra película que dio mucho de qué hablar fue Fight Club (El club de la pelea 1999) de Davin Fincher, basada en la novela de Chuck Palahniuk y con el libreto Jim Uhls, con las interpretaciones de Brad Pitt, Edward Norton y Helena Borner Carter.
Aunque la película no fue un éxito en taquilla en su momento, después de que se tuvo al alcance en formato casero se convirtió en todo un referente del mundo anárquico y la lucha contra el voraz consumismo. La visión de Fincher hizo que muchos se fijaran que el guión estaba basada en la novela de Palahniuk, lo que hizo que muchos fueran a curiosear quien era ese tal Chuck e hizo que desde entonces tuviera una masa de seguidores que se lanzaron a leer sus demás novelas: provocadoras.
El trastorno del sueño que conduce a un personaje sin nombre a cuestionarse sobre el dolor humano y la autocomplacencia ante el sufrimiento, ya que “La libertad consiste en perder toda esperanza”, lo hace conocer a Tayler Durden, personaje que se ha vuelto mítico en el cine contemporáneo gracias a una novela.
Está de más hacer una sinopsis del Fight Club, incluso si usted no ha tenido oportunidad de verla, mi primera recomendación es que vaya primero al libro, ya que la sorpresa será mayor, el constructo es más complejo y las situaciones son incluso más drásticas y crudas, pero no hay que negar que tal vez Fincher sea uno de los mejores directores de Holiwood, industria en la que muchos desconfían, pero en cineastas como él se redimen muchas de las aberraciones que ha hecho a nivel comercial el vecino país del norte.
Otra obra de la cual mucho se ha hablado y leído es La insoportable levedad del ser de Milan Kundera, cuya adaptación a la pantalla fue obra del director y guionista Philip Kaufman. En realidad mi recomendación es que lea el libro ya que Kaufman logra un trabajo a medias, ya sea por la imposibilidad de que el flujo de los pensamiento de los personajes sea traducido a imagen o de un guión que no logra perfilar un sentir de cada uno de ellos, por lo que vemos a personajes que en muchas ocasiones parecer a obedecer a instintos superfluos, mismos que el libro revoca. La insoportable idea de la levedad y peso hizo que Kaufman creara una película de muy larga duración, pero que al fin de cuentas dejó mucho de qué desear.
Una película que aún se puede ver en el cine es “El curioso caso de Benjamin Button” (The Curious Case of Benjamin Button 2008), dirigida por David Fincher, con guión de Eric Roth y protagonizada por Brad Pitt, Cate Blanchett, Tilda Swinton y Jason Flemyng. Esta película es una verdadera reflexión sobre la muerte y la vida, a partir que va de la mano con la idea de la vejez y el aprovechar cada momento de la existencia dejando a un lado el egoísmo que es “ser amado”.
Sin embargo, si usted ya vio la película no es necesario regresar al libro, ya que si uno lee el texto de F. Scott Fitzgerald se dará cuenta que no hay mucho que buscar, lo mejor hubiera sido que se anunciara este film como una versión muy libre del texto de Fitzgerald. Usted no encontrará en el texto del norteamericano un asilo de ancianos, una madre adoptiva cariñosa, una bailarina que orilla al dilema del querer o deber, ni siquiera un amigo marinero borracho que se convierte en colibrí después de haber caído en la guerra, mucho menos esa bella historia del reloj que marchaba hacia atrás e intentaba deponer los trágicos acontecimientos de la pérdida.
Incluso, la intención discursiva de Fitzgerald difiere de la empleada por Fincher en su película, pero bueno, mejor lea y usted emita su propio juicio.
Hay mucho que decir sobre la adaptación literaria al cine, el cual abarcaría cientos de páginas, ya que podríamos hablar de otros productos bien adaptados como “Adiós a las vegas” (Leaving Las Vegas 1995) dirigida por Mike Figgis, y protagonizada por Nicolas Cage y Elisabeth Shue, basada en la novela de John O'Brien; o de Fernando Meirelles con su película “A ciegas” basada en la novela de José Saramago Ensayo sobre la ceguera; o si se quiere dar un atisbo al cine europeo El tambor de hojalata escrita y dirigida por el alemán Volker Schlöndorff, basada en la clásica novela del premio Nobel Günter Grass.
Aunque la reflexión en torno a esto es lo básico que resulta regresar al libro, ver de dónde surgieron las palabras que le dan vida a las imágenes, la curiosidad y el regreso a las fuentes es necesario, ahora si no, caeríamos en ese chiste, (aunque siempre hablan de gallegos en los chistes) en el que se señala, del por qué estos (los gallegos) no leen el diccionario, y la respuesta clama, porque están esperando a que se haga la película.
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