El alza de un peso al boleto de adultos en el pasaje del transporte público, que se empezó a aplicar a partir del pasado domingo, es un golpe discreto que tiene la intención de cubrir temporalmente una exigencia de los concesionarios, mas estos no han quedado conformes ya que han declarado que el próximo año pedirán una revisión con el fin de aumentar de nuevo las tarifas.
El problema es complejo y requiere de un trabajo serio para no tener que llegar a la necesidad de tener que pagar 10 pesos para trasladarse de un lugar a otro o 20 para quienes requieren tomar otro autobús para llegar a su destino.
De entrada, hay que revisar que los choferes entreguen el boleto que se les está pagando, muchos de ellos no lo hacen, causándole pérdidas al concesionario y si se les exige casi te quieren bajar del autobús. Para eso existen inspectores, dirán, pero muchos de estos no cumplen su labor, ya que o son amigos de los choferes y por eso mismo pasan por alto las negligencias o simplemente llenan su informe para terminar rápido con su “trabajo”.
De ahí que sea de importancia hacer algo con este problema, ya que no ha habido una campaña para concientizar a la gente de la importancia del boleto, ya que además que funciona como un seguro para exigir algún tipo de indemnización o ayuda de gastos médicos en caso de accidente, también es lo que representa las ganancias de los concesionarios, por lo que la cultura de “no me dé boleto, bajo aquí cerca” es dañina y contraproducente.
De ahí que se piense en las tarjetas de prepago o si lo que necesitan es generar más ingresos, entonces que recurran a la publicidad en los boletos o en el interior de las unidades, pero en vez de que se pongan a pensar en soluciones, las empresas de transporte exigen la solución más fácil, que se le cargue el “muerto” al usuario.
Así como éste los problemas son muchos, desde las malas condiciones de las unidades hasta la falta de revisión de las concesiones, ya que las empresas de transporte no impiden que sus choferes hagan lo que quieran en las calles, ya que hagan lo que hagan su concesión no peligra.
La competencia genera bajos costos y obliga a tener más consideración para con el usuario. El problema es que se monopolizan estos permisos y no se les exige que trabajen en condiciones que beneficien a la sociedad, ahora sí como dicen por ahí: “muy bueno para exigir, pero muy malo para cumplir”.
El problema aquí afecta directamente a la clase media, un trabajador de cualquier plaza comercial o de una transnacional, gana aproximadamente 800 pesos a la semana, si a eso le restamos 24 pesos al día, debido a que muchos se ven en la necesidad de tomar dos camiones, el sueldo neto quedaría en 656 pesos, si a eso le restamos 6.50 de un refresco o una botella de agua (ya que en estos tiempos ni el agua se regala) al día, el sueldo quedaría en 617 pesos.
En su día de descanso, este trabajador tendrá que quedarse en casa para no gastar 31.50 de más entre pasajes y ese refresco, lo que haría que su sueldo se redujera a 585.50 pesos.
Ese trabajador, si tiene dos hijos en la secundaria también gastará en sus pasajes, al menos 12 pesos al día en los dos, lo que reduce aún más su ya raquítico sueldo. Y es que no estamos pensando que además de comer, esta familia también tiene que pagar gastos como luz, agua, teléfono y gas.
Cierto es que si la madre trabaja el ingreso se duplica, pero también se le restan los gastos de agua y transporte. De ahí que el alza de un peso por nimia que la quieran hacer parecer es sumamente trágica para los trabajadores, se habla de subsidios para la clase más desprotegida, pero cómo se manejarán estos, de entrada desde hace dos días se les cargó la mano a los jefes de familia y a otros adultos o jóvenes que no estudian y tampoco son profesionistas, a los estudiantes no se les aumentó la tarifa para que no protesten.
Ahora los adultos, ¿cómo protestaran?, ya que si no trabajan no comen…y lo peor es que ya está anunciado, el próximo año se pedirá otro aumento en las tarifas, de ahí que sea necesario prestar atención a este tema, estar en la disposición de resolverlo desde los problemas de base, porque lo más necesario para vivir sube considerablemente mientras que los salarios no.
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