martes, 6 de abril de 2010

El teatro, crueldad de lo efímero y su permanencia en la memoria: Sobre las artes escénicas

Tan sólo un instante, tan efímero, tan fugaz. . . Y tan eterno al mismo tiempo

Rafael Hernampérez


Una obra de teatro tiene una duración aproximada de entre una y dos horas (aunque hay muchísimas excepciones que sobrepasan estos tiempos), su vida en cartelera muchas veces es de 100 funciones, aunque en casos extraordinarios se llegan a las 500 o a las 5000, en nuestra localidad muchas veces se llevan a escena obras que sólo tienen como fin 2 presentaciones o que en su defecto, por la falta de apoyo institucional sólo salen a luz unas cuatro veces (2 por año), por lo mismo, considero importante asistir al encuentro con la escena.

Porque ante todo, una obra de teatro es única e irrepetible, diferente cada vez que se presenta, nunca podrá ser la misma, ya que los que se encargan de darle vida son seres que al igual que el espectáculo, todos los días se renuevan o envejecen.

El teatro es diferente a las películas o a la televisión, ya que esos soportes son registros permanentes, el actor de una película dirá lo mismo, de la misma forma y con la misma actitud, ya que la escena se grabó en un momento particular de actuación. En cambio en el teatro un actor dirá lo mismo, pero las circunstancias tanto escénicas como de vida serán diferentes, por lo que es un espectáculo aparte.

Existen obras que se han hecho míticas en la historia del teatro mexicano, y que por diversas circunstancias muchos no pudimos ver, como “De la Calle” de Jesús González Dávila, dirigida por Julio Castillo o “Cuarteto” de Müller, dirigida por Ludwig Margules. Estas obras son ya inalcanzables y no es lo mismo ver una obra de teatro en video, ya que la esencia de vida no es la misma, sólo aspiramos entonces a leer las reseñas o a lo mucho una bitácora de trabajo que se haya publicado sobre esos trabajos. ¿Cuántas joyas invaluables entonces no seremos capaces de ver?

Cruel y efímero es este oficio, ya que si no tuviste la oportunidad de ver cierta puesta en escena, entonces sólo te la podrán contar. A pesar de que existe un registro permanente y escrito de cada obra (su dramaturgia), no hay que olvidar que tanto la actuación, escenotecnia y dirección son actos de creación, por lo mismo el ser partícipe de una misma dramaturgia, no es garantía de un buen espectáculo. Ese mismo “Cuarteto” de Müller que hemos mencionado, en manos de otros podría pasar de lo sublime a lo grotesco.

De ahí que ir al teatro sea un acto de especulación, ya que algunas veces nos encontraremos con esa partitura de acción que cambiará nuestra vida, con aquel gesto del actor que nunca se olvidará o aquella música que nos remite al rincón más íntimo del alma. Cierto es, que también podremos encontrar un espectáculo que puede llevarnos sólo a la desilusión, ¿cuántas veces no nos ha pasado?

Aunque de lo efímero nace lo eterno, una sola acción puede cambiarnos, pero eso es muy personal, no esperemos entonces que la televisión nos recomiende la cartelera, muchas veces la televisión sólo quiere que vayamos a lo que producen, por lo general carente de reflexión y crítica. Hay que asumir el riesgo de ser espectador, acudir al teatro para ser partícipe de la vida y el creador tiene que tener también la conciencia clara de que se está en un duelo a muerte, porque será una o dos horas de intensidad, será una o dos horas en el que nos veremos las caras, y ambos, tanto espectador como actor, tendrán que estar alerta, ser sinceros, porque lo efímero termina siendo lo que permanece.

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