martes, 31 de agosto de 2010
Banderas tricolores en un teatro sin puertas: Apuntes de un escribidor
Estamos a punto de iniciar el mes de la patria, el escenario es uno de los peores y parece que las noticias y las masacres van in crescendo y aún así el dirigente del país que usurpó la presidencia dice que el desarrollo del país es mucho más grande que en cualquier otro sexenio.
El odio, ahora sí que la palabra está provista de todo su significado, hacia el mandatario impuesto por la oligarquía va subiendo de tono, del respeto que quiso imponer a través del militarismo ya no queda ni siquiera unas migajas (por parte de nadie).
Cierto es que la clase política no quiere otra revolución ya que con una le bastó para enriquecerse, entonces es el pueblo quien debe encontrar los propios mecanismos para salir adelante ante tanto retroceso.
Los subejercicios que ha hecho el gobierno federal han sido criminales, le piden tributo al pueblo (quien ya no tiene para dar más) para que ellos vivan como reyes, reparten migajas, minucias: educación de mala calidad, carreteras de mala calidad, programas de ayuda social fantasmas o con fines proselitistas, becas que no sirven ni para subsanar el transporte público de un mes y muchos etcéteras.
Somos una cultura capitalista que funciona bien (para los de arriba), desde la comida chatarra hasta los políticos chatarra, los funcionarios desechables y los pretextos que se reproducen en serie y son todos iguales, o sea, no tenemos otro destino más que el ser consumidos y no consumados.
En Tamaulipas se hizo evidente la descomposición social y cómo una renuncia sería lo más loable de esta dirigencia espuria, loable pero no por eso dejaría de ser menos culpable de lo que al país le sucede; fuimos testigos de la indignación mundial que causó la ejecución de 72 migrantes centroamericanos y la complicidad de las autoridades por hacerse desde hace mucho tiempo de la vista gorda ante este problema. Además de esto, el ámbito artístico resulta de lo más dañado ante la violencia, al menos en Tamaulipas.
Ignacio Escárcega en su artículo “De patos y rinocerontes: La actividad escénica de una ciudad fronteriza de México” que se publicó en el número 42 de la Revista Paso de Gato y cuyo Dossier se titula “Teatro bajo fuego”, nos habla de la dificultad del trabajo escénico en esa parte del país. Por ejemplo el programa de Teatro escolar está prácticamente detenido, ya que los niños no son llevados al teatro por sus escuelas y si se les cuestiona sobre esto, la respuesta de las autoridades educativas son totalmente lógicas: “¿cómo quieren que saquemos a los niños al teatro si la tercera parte ni siquiera viene a la escuela?”.
La inseguridad en todos los ámbitos de la frontera la ejemplifica Escárcega con lo siguiente: “Un joven actor habla por celular mientras cruza el puente de peatones. Minutos después es levantado por una patrulla del Cártel del Golfo, lo interrogan, lo suponen informante, registran su casa, lo salva el ostentarse como actor, ¿hay algo menos peligroso que eso? Qué terrible razonamiento, pero qué salvación” y en ese mismo tenor ¿cómo ir al teatro si hay balaceras? ¿Tan importante es el hecho escénico como para arriesgarse? Nuestro país está para repensarse, para replantearse, de eso no hay duda.
Para terminar este recorrido sacado del argumento más absurdo e idiota, mismo que construye la agenda política federal, ahora resulta que la Iglesia católica lo ha vuelto a hacer (a jugar a darle sazón más idiota a la farsa), ahora resulta según el episcopado que no celebrar el bicentenario es pecado de omisión, ¡háganme el favor!. Pecado sería no hacer siquiera una mínima protesta para demostrar a nuestros hijos que estamos en contra de la realidad de nuestro país. Pecado de omisión es no ver que este gobierno, a pesar de tanto comercial televisivo y radiofónico, nos está ahorcando, falta un poco de aíre.
El odio, ahora sí que la palabra está provista de todo su significado, hacia el mandatario impuesto por la oligarquía va subiendo de tono, del respeto que quiso imponer a través del militarismo ya no queda ni siquiera unas migajas (por parte de nadie).
Cierto es que la clase política no quiere otra revolución ya que con una le bastó para enriquecerse, entonces es el pueblo quien debe encontrar los propios mecanismos para salir adelante ante tanto retroceso.
Los subejercicios que ha hecho el gobierno federal han sido criminales, le piden tributo al pueblo (quien ya no tiene para dar más) para que ellos vivan como reyes, reparten migajas, minucias: educación de mala calidad, carreteras de mala calidad, programas de ayuda social fantasmas o con fines proselitistas, becas que no sirven ni para subsanar el transporte público de un mes y muchos etcéteras.
Somos una cultura capitalista que funciona bien (para los de arriba), desde la comida chatarra hasta los políticos chatarra, los funcionarios desechables y los pretextos que se reproducen en serie y son todos iguales, o sea, no tenemos otro destino más que el ser consumidos y no consumados.
En Tamaulipas se hizo evidente la descomposición social y cómo una renuncia sería lo más loable de esta dirigencia espuria, loable pero no por eso dejaría de ser menos culpable de lo que al país le sucede; fuimos testigos de la indignación mundial que causó la ejecución de 72 migrantes centroamericanos y la complicidad de las autoridades por hacerse desde hace mucho tiempo de la vista gorda ante este problema. Además de esto, el ámbito artístico resulta de lo más dañado ante la violencia, al menos en Tamaulipas.
Ignacio Escárcega en su artículo “De patos y rinocerontes: La actividad escénica de una ciudad fronteriza de México” que se publicó en el número 42 de la Revista Paso de Gato y cuyo Dossier se titula “Teatro bajo fuego”, nos habla de la dificultad del trabajo escénico en esa parte del país. Por ejemplo el programa de Teatro escolar está prácticamente detenido, ya que los niños no son llevados al teatro por sus escuelas y si se les cuestiona sobre esto, la respuesta de las autoridades educativas son totalmente lógicas: “¿cómo quieren que saquemos a los niños al teatro si la tercera parte ni siquiera viene a la escuela?”.
La inseguridad en todos los ámbitos de la frontera la ejemplifica Escárcega con lo siguiente: “Un joven actor habla por celular mientras cruza el puente de peatones. Minutos después es levantado por una patrulla del Cártel del Golfo, lo interrogan, lo suponen informante, registran su casa, lo salva el ostentarse como actor, ¿hay algo menos peligroso que eso? Qué terrible razonamiento, pero qué salvación” y en ese mismo tenor ¿cómo ir al teatro si hay balaceras? ¿Tan importante es el hecho escénico como para arriesgarse? Nuestro país está para repensarse, para replantearse, de eso no hay duda.
Para terminar este recorrido sacado del argumento más absurdo e idiota, mismo que construye la agenda política federal, ahora resulta que la Iglesia católica lo ha vuelto a hacer (a jugar a darle sazón más idiota a la farsa), ahora resulta según el episcopado que no celebrar el bicentenario es pecado de omisión, ¡háganme el favor!. Pecado sería no hacer siquiera una mínima protesta para demostrar a nuestros hijos que estamos en contra de la realidad de nuestro país. Pecado de omisión es no ver que este gobierno, a pesar de tanto comercial televisivo y radiofónico, nos está ahorcando, falta un poco de aíre.
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