sábado, 31 de julio de 2010
Niños: Apuntes de un escribidor
No hay argumentos, sin argumentos no se le convence a nadie. Los argumentos son ahora comerciales por doquier y al parecer cuestan muy baratos porque no funcionan, ya que es sólo discurso demagógico, farsa mediática.
La realidad es atroz y desgastante, no tanto para mí, que soy el menos adecuado para hacerla de mártir, sino para las familias, para los niños, jóvenes, adultos y ancianos que viven en carne propia la represión, la corrupción, el fascismo a su más grande escala.
Si los scouts le gritan a la esposa del usurpador el miedo que se vive en el norte, no es por burla, no es por mala leche, es porque es una realidad que los corrompe, porque nadie tiene el espíritu incorruptible en esas circunstancias.
Es triste escuchar testimonios de los niños hablando del hartazgo de estar encerrados en casa para no ser heridos, por el narco o por el ejército, da igual, al fin y al cabo herida es.
Cuando era niño fue la noche la que me descubrió sus secretos, mis miedos y también mis posibilidades. Fue la noche de juegos, que ya no existe para unos niños que dejan de ser niños y no viven su niñez de una forma propia, la que dio pie a lo que sería mi propia muerte o la forma en que quisiera o voy a morir. No fue una imposición de inseguridad y miedo como la que vive ahora el país en el que te puede tocar una bala perdida o que estés en el momento equivocado o en el lugar inapropiado al momento de estallar un coche bomba.
Al igual que en Irak, en la Uganda del 94, en los países latinoamericanos muy pobres y muchos otros etcéteras, generaciones de niños mexicanos tomarán un rumbo que no será la infancia: víctimas de la muerte; cómplices, sin que se les pregunte, del horror. Los niños no serán presente ni pasado sino un híbrido de la corrupción y la debacle social que nos ha causado esta política neoliberal que no afecta al imperio gringo de forma tan corrosiva como a sus colonias, como a la mexicana.
No estamos hablando que en México todos los niños sean felices y tengan oportunidades, bien sabemos que la extrema pobreza, el analfabetismo, la política gubernamental y el campo han impedido a muchos niños el acceso a la educación a pesar de que ésta es obligatoria, pero no hay que olvidar que los primeros en violar las leyes del Estado son los que representan al Estado. De lo que estamos hablando es que los lugares en donde había una aparente seguridad para correr, jugar y estudiar se están extinguiendo.
Un círculo de lectura del norte le da de leer a un niño a partir de dinámicas y estrategias y luego el facilitador no está seguro de que ese niño regrese, porque podría caer en cualquier momento.
Perdón, no quiero ponerme extremista ni alarmista, porque lo extremista y alarmista sucede en ese imperio político que tiene en sus manos vidas perdidas sin un manojo de justicia que les dé respuesta, sólo hablo de una cotidianeidad que se esconde en el mundo mediático de la autocomplacencia.
Ahora hay una huelga de hambre por parte del Sindicato Mexicano de Electricistas, donde el ingeniero Cayetano Cabrera lleva 86 días en huelga de hambre y pide que el “presidente” de la República lo reciba en Los Pinos. A palabras serias oídos sordos, ese es el nuevo dicho que impera. Y meto el tema a colación porque son trabajadores con hijos, que ven cómo sus padres están dispuestos a morir ante la indiferencia de quienes dicen los gobiernan.
Recuerdo una frase que me emocionaba cuando tenía 15 años, nunca pensé que la vería con otros ojos, y no citaré a ningún académico sino con lo que crecí, era de una canción de Alex Lora que decía: “Pobres de los niños, que dolor me da…”, pero no la recuerdo como si ahora tuviera lástima por ellos, porque pienso que lo que podemos hacer, es con un libro (por lo menos), tocar a su puerta y el tiempo dirá.
POR ESTO! 21 de julio.
La realidad es atroz y desgastante, no tanto para mí, que soy el menos adecuado para hacerla de mártir, sino para las familias, para los niños, jóvenes, adultos y ancianos que viven en carne propia la represión, la corrupción, el fascismo a su más grande escala.
Si los scouts le gritan a la esposa del usurpador el miedo que se vive en el norte, no es por burla, no es por mala leche, es porque es una realidad que los corrompe, porque nadie tiene el espíritu incorruptible en esas circunstancias.
Es triste escuchar testimonios de los niños hablando del hartazgo de estar encerrados en casa para no ser heridos, por el narco o por el ejército, da igual, al fin y al cabo herida es.
Cuando era niño fue la noche la que me descubrió sus secretos, mis miedos y también mis posibilidades. Fue la noche de juegos, que ya no existe para unos niños que dejan de ser niños y no viven su niñez de una forma propia, la que dio pie a lo que sería mi propia muerte o la forma en que quisiera o voy a morir. No fue una imposición de inseguridad y miedo como la que vive ahora el país en el que te puede tocar una bala perdida o que estés en el momento equivocado o en el lugar inapropiado al momento de estallar un coche bomba.
Al igual que en Irak, en la Uganda del 94, en los países latinoamericanos muy pobres y muchos otros etcéteras, generaciones de niños mexicanos tomarán un rumbo que no será la infancia: víctimas de la muerte; cómplices, sin que se les pregunte, del horror. Los niños no serán presente ni pasado sino un híbrido de la corrupción y la debacle social que nos ha causado esta política neoliberal que no afecta al imperio gringo de forma tan corrosiva como a sus colonias, como a la mexicana.
No estamos hablando que en México todos los niños sean felices y tengan oportunidades, bien sabemos que la extrema pobreza, el analfabetismo, la política gubernamental y el campo han impedido a muchos niños el acceso a la educación a pesar de que ésta es obligatoria, pero no hay que olvidar que los primeros en violar las leyes del Estado son los que representan al Estado. De lo que estamos hablando es que los lugares en donde había una aparente seguridad para correr, jugar y estudiar se están extinguiendo.
Un círculo de lectura del norte le da de leer a un niño a partir de dinámicas y estrategias y luego el facilitador no está seguro de que ese niño regrese, porque podría caer en cualquier momento.
Perdón, no quiero ponerme extremista ni alarmista, porque lo extremista y alarmista sucede en ese imperio político que tiene en sus manos vidas perdidas sin un manojo de justicia que les dé respuesta, sólo hablo de una cotidianeidad que se esconde en el mundo mediático de la autocomplacencia.
Ahora hay una huelga de hambre por parte del Sindicato Mexicano de Electricistas, donde el ingeniero Cayetano Cabrera lleva 86 días en huelga de hambre y pide que el “presidente” de la República lo reciba en Los Pinos. A palabras serias oídos sordos, ese es el nuevo dicho que impera. Y meto el tema a colación porque son trabajadores con hijos, que ven cómo sus padres están dispuestos a morir ante la indiferencia de quienes dicen los gobiernan.
Recuerdo una frase que me emocionaba cuando tenía 15 años, nunca pensé que la vería con otros ojos, y no citaré a ningún académico sino con lo que crecí, era de una canción de Alex Lora que decía: “Pobres de los niños, que dolor me da…”, pero no la recuerdo como si ahora tuviera lástima por ellos, porque pienso que lo que podemos hacer, es con un libro (por lo menos), tocar a su puerta y el tiempo dirá.
POR ESTO! 21 de julio.
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