(1930-2008)
Ante un panorama desolador, pero con el entusiasmo de saber que la reescritura es el mecanismo de respuesta ante el conflicto, caigo en la cuenta de que el saldo fue demasiado negro, no por el número de muertes, no por lo espectacular de los acontecimientos o por una hecatombe más, a que alguna parte de la tierra haya sido sometida, sino porque entre esos que por X o Y se fueron en diciembre, se encontraba nada menos que Harold Pinter.
Tal vez Pinter, de origen inglés, sea conocido por el simple hecho de haber sido merecedor del Nobel de Literatura en el 2005, pero fuera de eso, verdaderamente revolucionó la palabra dramática dentro del texto teatral. La dramaturgia no volvió a ser la misma desde la aparición de sus obras. Pinter ha pasado a la historia de la dramaturgia al igual que Eurípides, Chejov, Ibsen, Brecht, o Becket. Su obra es necesaria e indispensable para entender los mecanismos del habla del personaje y su reestructuración en el teatro de hoy.
El autor aludido nos demuestra con sus personajes que el dramaturgo no sabe todo sobre la naturaleza humana de los mismos, que al fin y al cabo él les da vida pero éstos tienen la fuerza para ser independientes de su creador y volverse una mente impenetrable. Del personaje no se conoce todo, ya que antes que nada es voluble ante sí mismo y la amenaza está latente porque ésta se construye a través del diálogo, el silencio y la pausa.
El silencio y la pausa en la obra de Pinter es un tema de estudio que abarcaría una tesis doctoral, de ahí que el silencio pinteriano sea ya un lenguaje por sí mismo. A partir del silencio y la pausa, los personajes de Pinter nos van diciendo todo, no es necesario hablar de más, sino que los personajes dentro de la lógica interna del dramaturgo sucumben ante la ausencia del habla y el subtexto que por ende se recoge por esa ausencia.
La amenaza es otro de los temas que se encuentran presentes en sus obras, sus personajes y las circunstancias en que se desarrolla el discurso dialógico, permiten una sensación de amenaza constante, de alerta permanente.
Entre las obras representativas de Pinter se encuentra "Traición", cuya estructura está concebida, salvo una escena, para leerse de atrás hacia adelante en cuestión de la temporalidad. La obra inicia en 1963 y termina en 1956. Las escenas van sucediendo de tal forma que iniciamos con el final y la obra es de una fuerza dialógica, característica de Pinter, que la acción está llena de interés a pesar de conocer desde la primera escena el destino de los personajes.
"El amante" es una de las mejores piezas breves de Pinter. Al leerla, se siente esa extrañeza que sólo nos dan los grandes textos revolucionarios y propositivos. La mujer de un matrimonio tiene permiso de su esposo de recibir a su amante durante ciertos días de la semana. Durante el diálogo y el correr de las escenas, estos juegos eróticos se van tornando en una aparente confusión, ya que el esposo usurpa el papel del amante pero sin especificar nunca que hay un cambio de roles. Los diálogos están superpuestos para darnos cuenta de la fantasía permanente en que vive el matrimonio y la imposibilidad de una relación como la marca la sociedad.
"Cenizas a las cenizas" es, quizá, uno de los textos más interesantes e innovadores en la obra de Pinter. Esta obra se caracteriza por la ruptura y tergiversación en la anécdota. Al querer hacer un análisis estructural, nos damos cuenta de vacíos en la información codificada que nos brindan los personajes, de tal manera que si queremos reconstruir la trama, ésta no nos queda clara del todo, es decir, hay vacíos que no nos permiten afirmar qué pasó en el todo como unidad. A pesar de esto, lo limitado de la información en la diégesis no implica que la obra sea inconsistente, ilógica o incompleta, sino que con esa característica de los personajes de Pinter, nos envolvemos en un mundo donde el peligro, la amenaza y la mentira flotan en el aire y los personajes se nos hacen borrosos e indefinidos pero con una carga emocional y vivencial que hacen que el espectador se interese segundo a segundo por lo que está pasando en la escena.
En fin, la aportación literaria de Pinter pasó también por la poesía y la novela, géneros que cultivó de manera fugaz, ya que Pinter era ante todo un hombre de teatro, director y actor, Pinter entiende la escena porque está inmerso en ella. Esté dentro del teatro y desde afuera ya lo puede escribir como un ciudadano del mismo.
Es notable también la lucha política de este hombre de teatro. Pinter siempre fue un responsable crítico del imperio, nunca un panfletario para con su obra. Basta revisar el discurso que presentó durante la entrega del Nobel (al que no asistió por la enfermedad que ya lo aquejaba) y que usted lector puede encontrar en la red, para darnos cuenta de la preocupación del escritor por los problemas tan grandes que enfrenta el mundo.
Crítico de Bush y Tony Blair, a los que siempre consideró asesinos y criminales de guerra, Pinter deja un legado a la dramaturgia mundial que culmina con su muerte el 24 de diciembre de 2008, a causa del cáncer.
El 2008 terminó con la pérdida de uno de los hombres más notables en el mundo del arte. Si usted ha leído o ha visto alguna obra de Pinter, creo que sabrá de qué estoy hablando.
PIE DE FOTO: El vacío que nos deja alguna pérdida, si pone atención al recuadro se dará cuenta de lo incierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario