domingo, 31 de octubre de 2010

Desorden público: Sobre la dramaturgia necesaria

Pensar en sí mismo y alejar a los otros de nuestros pensamiento es un problema tan arraigado en nuestra cotidianidad que ha sido motivo ya, de una cultura del distanciamiento, en la cual el hombre ya no se acerca al otro e incluso prefiere tener relaciones de todo tipo a través de la computadora. Es decir, que la deshumanización nos ha llevado a la artificialización. Esto le pasa al hombre que en muchos casos se aferra a su vanidad, a su yo.
Editado por los Textos de la Capilla en su número 7 dentro de la colección Dramaturgia Internacional, “Desorden público”, de Evelyne de la Chenelière, fue traducido por Humberto Pérez Mortera. En 53 secuencias nos adentramos en el pensamiento del otro, de los otros, al grado que esto lleva a la locura y casi a la desintegración de nuestro personaje, ya que “ser muchos” se torna agobiante e imposible.
Max está perdiendo el control. Peor aún: se está desintegrando. Él es un actor vanidoso y soberbio que es invadido por el pensamiento de otras personas. Así, por primera vez en su vida, piensa por el otro, ¿pero hasta dónde lo llevará esta nueva intimidad colectiva? Todo comienza una mañana cuando Max obligadamente tiene que viajar en el transporte público, a Max no le gustan las personas, piensa que todas son inferiores y que todo gira en torno a él, ese día algo pasa que transforma el mundo de Max. Nuestro personaje recrimina a una pasajera que estuviera leyendo en voz alta su libro:
“Max: Quizá no se haya dado cuenta, pero usted leía en voz alta, yo escuchaba todo.
Emilia: ¡Qué absurdo! (Dirigiéndose a otra persona del público) ¿Señora, usted me escuchó cuando leía? (La señora niega con la cabeza) ¿Señor? ¿Alguien me oyó leer? (Divertidos, todos niegan con la cabeza)…
Max: ¿Entonces cómo puede explicarse que yo sí la oí?
Emilia: Pregúntele a su médico. Usted está enfermo, señor.
Max:¡Espere!¡Puedo probar que la escuché! ¡Puedo decirle exactamente de lo que trata su libro! Es una basura. Habla de gente en un autobús que desea coger, todos juntos, sin razón, ¿ahora sí se da cuenta que la oí? Habla de un tipo de solidaridad bestial, de un fenómeno quizá extraterrestre…Así que ahora que se da cuenta de que la escuché, dígame que usted leía en voz alta, tal vez susurrando, porque usted no me puede dejar en la duda en lo que se refiere a mi salud mental, eso no se hace ni a su peor enemigo, hacerlo dudar de su salud mental.
(Un hombre interviene cuando Max se acerca demasiado a Emilia)
Hombre: Déjela en paz ahora, o se baja o lo bajo”.
Max entonces se da cuenta que puede oír el pensamiento de todos los demás, pero adentrarse en la vida de los otros le hace pensar en la suya. Andree, su mejor amigo y su ex esposa (que ahora es una reconocida actriz de televisión pero que hace más teatro), le recuerdan su vida, su constante preocupación por sí mismo que lo ha alejado del trabajo y de la comunicación humana.
A pesar de que Max quiere recuperar una parte de su vida, todo termina por ser demasiado tarde, su ex esposa está enamorada de su mejor amigo, su agente le asegura que nadie quiere trabajar con él por su arrogancia, además que todos los días siente que él desaparece porque el pensamiento de los otros lo avasalla.
Esta es una dramaturgia necesaria y una interesante propuesta teatral, ya que lo que piensan los otros se torna a veces tan interesante que nos invita al ejercicio de pensar qué pensarían los demás en un autobús, aunque afortunadamente no podemos escuchar el pensamiento de los otros, porque si no no la pasaríamos nada bien.
Evelyne de la Cheneléire (Quebec, Canadá) es dramaturga y actriz. Ha escrito varias obras que se han traducido a diferentes idiomas y se han presentado tanto en Quebec como en el extranjero. Entre sus obras se encuentran “Las fresas de enero” (actualmente en temporada en México), “Al final del cable”, “Henri y Margaux”, “Afrodita 04”, “El legado de Darwin”, “Bashir Lazhar” y “El Plan de América”, que muestran una meticulosa observación de la naturaleza humana. En 2006, recibió el premio Governor General’s Literary Award por su obra “Desorden público”.

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