miércoles, 31 de agosto de 2011
Evidente: Apuntes de un escribidor
Mientras que el gabinete del espurio Felipe Calderón sigue pregonando a los cuatro vientos que nos encontramos en un país en el que la violencia es exagerada por los medios de comunicación, que a otros países les va peor y que el turismo extranjero está pendiente de los polos turísticos de nuestro México para pasársela bien, la realidad es otra, pero sobre todo es evidente que si no se toman medidas contra la anarquía disfrazada de institución que es este gobierno federal, entonces posiblemente el futuro sea muy gris.
Este fin de semana me quedé sin teléfono e Internet ya que al fallar el servicio, los que son puntuales para cobrar no lo son para ir a reparar las fallas técnicas de su sistema, por lo que el sábado y domingo me dediqué a terminar unas lecturas.
El domingo ya no alcancé a comprar periódico y como me quedé en casa, en los establecimientos cercanos se había agotado la edición. No fue sino hasta la tarde que en un cibercafé me dediqué a enviar unos correos y me enteré de lo que había sucedido en el estadio del Santos Laguna. Había escuchado por ahí eso de “se asustan por unos cuantos balazos”, que seguro era una clara alusión a lo que había sucedido en la comarca lagunera, pero no había entendido el contexto de esa frase.
Hechos como éstos me preocupan en el sentido que estar desconectado del mundo (por decirlo de alguna manera) dos días puede ser crucial, no podemos decir que vivimos en el país del no pasa todo, sino que lamentablemente vivimos en el país en el que todos los días pasa algo más violento y desagradable, que hunde el ánimo popular y acentúa las mentiras del gobierno.
Mientras la clase política está preocupada por la candidatura presidencial del 2012 y los puestos de representación popular que están en juego, los ciudadanos están preocupados por la seguridad, por sus vidas, por sus hijos. Ahora que estuve fuera del Estado y visité otras entidades pude ver cómo al menor sonido de algo que puede parecer una balacera la gente se pone nerviosa, una tensión que nos hace olvidar que los tiempos de calma pueden estar terminando.
Lo que ocurrió en el fútbol mexicano ya había sucedido en el béisbol, en las discotecas, en los conciertos, en los bares, en las plazas públicas. A diferencia de lo que reitera Calderón y sus secretarios es evidente la necesidad de eliminar la sed de poder de los poderosos que gobiernan. Porque esta guerra parece que no es de buenos contra malos, sino de malos contra peores.
Seguir en la necedad de hacerle creer a la gente con estadísticas que este país no es víctima de las políticas neoliberales y la deshumanización, sería tirar por la borda los últimos pedazos de esperanza que nos queda. Lo que sucedió en el fútbol mexicano es una señal que la tragedia está latente y que la farsa de los políticos tiene que acabar.
Este fin de semana me quedé sin teléfono e Internet ya que al fallar el servicio, los que son puntuales para cobrar no lo son para ir a reparar las fallas técnicas de su sistema, por lo que el sábado y domingo me dediqué a terminar unas lecturas.
El domingo ya no alcancé a comprar periódico y como me quedé en casa, en los establecimientos cercanos se había agotado la edición. No fue sino hasta la tarde que en un cibercafé me dediqué a enviar unos correos y me enteré de lo que había sucedido en el estadio del Santos Laguna. Había escuchado por ahí eso de “se asustan por unos cuantos balazos”, que seguro era una clara alusión a lo que había sucedido en la comarca lagunera, pero no había entendido el contexto de esa frase.
Hechos como éstos me preocupan en el sentido que estar desconectado del mundo (por decirlo de alguna manera) dos días puede ser crucial, no podemos decir que vivimos en el país del no pasa todo, sino que lamentablemente vivimos en el país en el que todos los días pasa algo más violento y desagradable, que hunde el ánimo popular y acentúa las mentiras del gobierno.
Mientras la clase política está preocupada por la candidatura presidencial del 2012 y los puestos de representación popular que están en juego, los ciudadanos están preocupados por la seguridad, por sus vidas, por sus hijos. Ahora que estuve fuera del Estado y visité otras entidades pude ver cómo al menor sonido de algo que puede parecer una balacera la gente se pone nerviosa, una tensión que nos hace olvidar que los tiempos de calma pueden estar terminando.
Lo que ocurrió en el fútbol mexicano ya había sucedido en el béisbol, en las discotecas, en los conciertos, en los bares, en las plazas públicas. A diferencia de lo que reitera Calderón y sus secretarios es evidente la necesidad de eliminar la sed de poder de los poderosos que gobiernan. Porque esta guerra parece que no es de buenos contra malos, sino de malos contra peores.
Seguir en la necedad de hacerle creer a la gente con estadísticas que este país no es víctima de las políticas neoliberales y la deshumanización, sería tirar por la borda los últimos pedazos de esperanza que nos queda. Lo que sucedió en el fútbol mexicano es una señal que la tragedia está latente y que la farsa de los políticos tiene que acabar.
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