domingo, 1 de enero de 2012
¿La ética del escritor?: Apuntes de un escribidor
“Y yo me dominaba a mí mismo, quebrándole la garganta a mi propio canto”. Vladimir Mayakovski
Muchos de nosotros hemos hablado del compromiso que tenemos con la escritura y las causas sociales, algunos han sucumbido por ser fieles a su ideología, en nuestro país día a día sucede con los activistas sociales, muchos de ellos diríamos que son soldados desconocidos, a los cuales sólo se les recuerda en una nota periodística. En las dictaduras más férreas, como en el caso de la Rusia de Stalin, Mayakovski se suicidó al ser perseguido por el sistema por la forma de hacer crítica a través del arte o más bien hacer un arte que no le gustaba al Estado. Federico García Lorca se quedó en España cuando bastaba ver sus obras para saber que para la dictadura franquista ya era hombre muerto y que todo era cuestión de tiempo; en Irán, Jafar Panahi, director de cine de los más influyentes de la llamada nueva ola iraní, fue sentenciado el año pasado a 6 años de cárcel y 20 de inhabilitación para hacer cine, viajar al extranjero o conceder entrevistas, este año fue ratificada la sentencia, la cual se derivó por "actuar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el régimen".
Muchos artistas mueren ante el acoso (o los matan al limitar su obra artística), algunos toman la decisión (para nada cobarde) de terminar con su vida antes que seguir una vida artística de simulación, otros se resignan y abandonan la escritura, muchos se adhieren al discurso que el sistema le pide para sobrevivir, mientras que una gran mayoría está en el momento ideal para mostrar todo su oportunismo en un afán de sobresalir, sin importar la función social en el arte, y otros quieren quedar bien con Dios y el diablo. Tiempos de crisis, tiempos de barbarie en los que ninguna conciencia queda ilesa.
Pero, ¿podemos decir que la ética del escritor radica en cumplir cabalmente los preceptos de dignidad y honestidad intelectual que les dicta el compromiso con la sociedad de su tiempo? Existe una crítica a quien no lo hace, a quien se blinda de la forma más perversa y servil con tal de no ser destruido por un sistema. Pero esa crítica siempre será de dientes para afuera, al menos que nos encontremos en una situación en la que se han encontrado muchos creadores a lo largo de la historia, casi siempre frente a un arma. Hablar de ética sin haber pasado por una tortura física, por parte de un régimen, es fácil. Ahora mismo es lo que estoy haciendo.
Con este apunte no trato de justificar la cobardía de muchos escribidores ni tampoco apologizar el heroísmo circunstancial o verdadero de muchos grandes hacedores, simplemente intento decir que hay que llegar al grado de la comprensión, porque este fenómeno que ha sido parte de toda la historia de la humanidad, no puede simplificarse con el simple decir “carece de ética”; el problema va más allá.
La única forma de crear es tratando de entender cómo funciona el alma humana, su inteligencia y sus carencias. Cuando vemos a un asesino en las noticias (un hombre-bomba, por ejemplo) la primera explicación es decir “está loco”, porque si a lo mejor ahondamos en su circunstante y en el grado de complejidad que lo llevó a cometer tales actos, podríamos salir afectados emocionalmente y ese riesgo no lo corre cualquiera.
Lo mismo pasa con la creación y los que la generan, sociológicamente podríamos explicar las traiciones a los ideales en los que se han inmerso muchos artistas y hallar una salida (académicamente correcta, pero humanamente incompleta) para zanjar la cuestión. Otras veces no habría siquiera que comentar por qué Borges recibió un premio en manos del dictador Pinochet mientras Cortázar dedicó gran parte de su vida al compromiso de hacer todo lo posible para poner un granito de arena para ayudar a los encarcelados y a hacer justicia a los muertos de las dictaduras latinoamericanas. La escritura de ambos argentinos va más allá de estos hechos extraliterarios y sólo generan mayor admiración en alguno por algo que no tiene que ver con su trabajo creador.
Como seres pensantes, deberíamos tener la capacidad de entender la mente humana a través de sus actos, entenderlos más no justificarlos. Pero también deberíamos replantear nuestra ética, hasta ahora de dientes para afuera.
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