viernes, 1 de mayo de 2009

Echeverría, Fujimori, Bush, Fox e invitados presentan “Crímenes de lesa humanidad” : Apuntes de un escribidor


Es increíble la capacidad
de resurrección de los hijos de puta en el mundo.
Eduardo Galeano

Después de hacer una lectura de los evangelios (a falta de computadora), hice una retrospectiva de algunas obras leídas que hablan sobre este tema, como el “Evangelio según Jesucristo” de José Saramago, “Jesucristo Gómez” (la versión teatral del “Evangelio según Lucas Gavilán”) de Vicente Leñero y “Barrabas” de Par Lagerkvitz, por citar algunos.
Eso me llevó a pensar, y también a asumir, que la capacidad de respuesta de Cristo (en los evangelios) ante la injusticia y la ambición de los maestros de la ley es impresionante y a la vez de un carácter socialista. Es una lástima que los preceptos que estaban destinados a la ayuda de un pueblo y a la justicia social, hayan sido (y son) aplicados por gente corrupta que los utilizó para enriquecerse, matar y adoctrinar a favor de sus intereses arribistas.
Lo anterior no obedece a un renacer personal en la creencia católica, ni una conversión fundada por las celebraciones que ahora se nos presentan, en donde la figura de Cristo está en auge, sino que quiero hablar de esto porque a partir de los fundamentos de otro (por lo general siempre alguien que con todo honor debería de ostentar el título de Maestro) y bajo el engaño de un bien común se cometen los mayores crímenes contra la humanidad, pero no se respeta nunca a la figura de la que se hace alusión. Y esto es desde Hitler que citaba a Nietzsche, Stalin a Marx, hasta los católicos y otras religiones que se escudan en la figura de Cristo.
Pero más allá de esto también quisiera hacer hincapié en que la impunidad y los crímenes contra la raza humana al parecer nunca se pagan. No basta con pedir una disculpa pública como alguna vez lo hizo el Vaticano, cuyo titular aun en África sigue condenando a los que utilizan un condón, como si la voluntad divina los librara de la enfermedad que azota al continente.
Aunque ahora la historia abrió un paréntesis: Fujimori ha sido condenado a 25 años de prisión, su hija señala que eso sólo muestra una actitud de odio, persecución y venganza, aunque bueno, ¿qué esperaba? Si el mandatario ordenó y estructuró una matanza contra personas (que tienen familia, amigos, pero sobre todo una historia personal de vida) a pesar de que él sólo los viera como estadísticas.
El asunto es que esto no se trata de venganzas, ni del “ojo por ojo y diente por diente”, sino de tratar de equilibrar las cosas para no caer en la cerrazón y en la deshumanización también en este siglo.
Se nos hizo pensar en la justicia divina y que en la otra vida todo se pagará, aunque nunca nos han monitoreado la forma de cómo los otros están pagando en la otra vida sus crímenes.
El asunto es condenar, los magistrados se retractan (negociación de por medio, claro, compra-venta de impunidad y ejemplo de que se puede tener licencia para aniquilar a los otros), si no lo hacen, estaríamos entonces ante un precedente necesario en Latinoamérica, esto es algo que ya muchos han señalado, pero que me gustaría reiterar a partir de estas letras.

Porque desde ahí arriba (desde el poder), se nos mira como diciendo “es que ese pinche chamaco piensa así porque no sabe qué es dirigir una nación”; “para dirigir un país se necesita huevos y tomar decisiones drásticas, no utopías de índole social” o “Hay que preservar la paz social y evitar el anarquismo a toda costa, si no, nos veremos amenazados en el comercio exterior”.
Conocí a una persona hace muchos años, a quien por X o Y no he podido volver a frecuentar (y de quien guardo algunos gratos recuerdos), que se había visto beneficiada por el gobierno de Echeverría, al menos de forma monetaria en el aumento de su sueldo. Ella me comentaba que lo de Tlatelolco fue necesario, ya que con esto se evitó una guerrilla y que México no estaba en condiciones de tenerla, que el desarrollo del país se debió a esa decisión.
Algunas veces, sólo por el afán de no hacer coro, le dije este argumento a gente que decía “2 de octubre no se olvida”, aunque no supieran por qué, ellos quedaban fascinados con el argumento y ante su incapacidad de generar discurso dudaban de la veracidad de la matanza.
Pero esto no es nada complejo, sólo hay que saber sumar, es mejor que caiga uno, dos, tres, cuatro, cinco o seis, a que lo hagan decenas, centenas, miles o millones de personas. Porque siempre es un gran grupo que pide la cabeza de un pequeño sector (aunque eso de la cabeza es una metáfora, sólo piden una mejor opción, el grupo en el poder en cambio toma lo de la cabeza de forma literal y contraataca, ahora sí cortando cabezas y vidas), si hubiera un poco de coherencia se debería de ceder en vez de eliminar, en el 68 no se hizo. Ante la incapacidad de ser abierto se optó por el dolor y la represión que sumió en un luto clandestino al país, porque se aparentó que no había pasado nada y que nadie debería llorar.
Lo que se pide entonces es mínimo un poco de “huevos”, pero bueno, si el Vaticano pidió perdón y reconoció todo el daño que le había hecho a la humanidad y los crímenes atroces que había cometido contra ella, fue a sabiendas de que no se le habría de hacer nada, al contrario, dirían “que humildes, hasta ellos reconocen que pecan (y pa´ pecaditos)”. Al igual que Díaz Ordaz, quien asumió toda la responsabilidad por lo de Tlatelolco, pero qué le iban a hacer, era el mandamás (Y lo peor es que no podemos decir en es tispm, ya que ni ahora se juzga al presidente,m sólo al brandy). Al contrario, Echeverría, Fujimori, Bush, Fox y muchos otros carecen de valor, apelan una sentencia (legal o popular) que es evidente, aquí no es que se quiera ensuciar la imagen de nadie, ni que permee el odio, sino que hay millones que han sido directamente afectados: hombres y mujeres, niños y niñas que merecen el consuelo de la justicia.
Finalmente no es mi intención cansarle con la exposición de la larga deuda que se tiene contra la humanidad, aun como un simple escribidor adscrito a la ficción de la palabra, sólo creo que la resurrección se ha tornado como una promesa infinita y que escribirla nos hace no bajar la cabeza, aunque intenten cortárnosla.

Pie de foto: Revista Por qué?

Himmelweg y el perverso juego metateatral de Juan Mayorga: Sobre la dramaturgia necesaria

Se pronuncia “ji-mel-beck”. No es una palabra, son dos palabras. “Himmel” quiere decir “cielo”. “Weg” es camino. “Himmelweg” significa “Camino del cielo”.
Himmelweg, Juan Mayorga, (pp. 3)

Según palabras del doctor y teórico español José Luis García Barrientos, “Juan Mayorga es el autor mejor situado para presidir el teatro español de la primera mitad del siglo XXI, y puede que su consagración arranque precisamente con esta obra, “Himmelweg”.

Si el dramaturgo regresó definitivamente al hecho teatral en las últimas décadas del siglo XX lo hizo con mayor fuerza, tanto que al menos hoy es definitiva, Mayorga precisa de forma matemática y filosófica lo inhumano de las guerras y las sociedades, no basta con decir que es dolor con el que un lector o espectador se encontrará al tener de frente esta obra, la recepción va más allá.
En esta dramaturgia se habla de los campos de exterminio de la Segunda Guerra Mundial, alemanes que matan judíos y los despojan de cualquier indicio de esperanza. A pesar de que en la memoria se tengan productos artísticos de impacto que reflejan estos hechos, al menos a nivel cinematográfico, como “La lista de Schindler” de Steven Spielberg o “La vida es bella” de Roberto Beningni, “Himmelweg” se sitúa en otro renglón, a partir de una estructura con las formas metateatrales (es decir, el teatro dentro del teatro), este texto se torna con una impresionante fuerza y habla no sólo de los judíos, sino de la simulación y al engaño a la que está expuesta y es víctima la humanidad. Vivimos en un estado simulado.
En Mayorga no veremos ni una bala, ningún tipo de agresión física, pero sí la aberrante sordidez de la crueldad mental, la simulación, el engaño, la destrucción y la desesperanza a partir del juego pasivo que conlleva a la ceguera de la humanidad, misma que ha dejado de ver para convertirse en cómplice-testigo del exterminio.
Me es imposible contar la historia tal y como la veo, llevaría por lo menos cuatro cuartillas y un tratado, iré tan sólo en los puntos esenciales para que usted lector decida si quiere aventurarse a conocerla toda.
Un español delegado de la Cruz Roja, el cual es una persona que realmente se ha comprometido a servir y ayudar a los caídos en guerra decide visitar e inspeccionar las condiciones en la que viven un gran grupo de judíos en un campo de concentración. El delegado logra entrevistarse con el comandante a cargo y para su sorpresa, éste no lo echa del lugar, sino que al contrario, le permite visitar todos los sectores del lugar y tomar cualquier tipo de fotografía para que le enseñe al mundo lo que sucede ahí.
En el campo de concentración los judíos viven en aparente paz, nadie es maltratado, nadie lleva uniforme de prisionero, al visitante se le presentan “escenas” de la vida cotidiana que hacen parecer que los Alemanes son todo lo contrario a lo que se dice de ellos, más en cuanto a su visión amenazante contra los judíos.
El comandante le dice que él también ha escuchado los comentarios absurdos sobre matanzas y crímenes inimaginables. El delegado a pesar de sus buenas intenciones no ha podido ver nada fuera de su lugar, ni tampoco ha tenido el ojo clínico para desenmascarar las posibilidades del odio y estrategias que puede llegar a construir la mente humana.
Pero ¿qué ha pasado? ¿Por qué nada de lo ya sabido sucede en ese campo de concentración? Bueno, el asunto es que, el delegado de la Cruz Roja presenció una bien orquestada obra de teatro.
Según el propio autor, el comandante que dirige el campo ha puesto en práctica el sueño que ningún director de escena concibió jamás: La obra de arte total. El comandante sólo ve y piensa en el arte, no hay compasión en su mirada, todas las vidas judías que se encuentran en ese campo están a su disposición, le pertenecen y los dirige, como a los muñecos en las manos del titiritero. Hay otros personajes que amplían las lecturas, los personajes oprimidos también hablan, y de qué forma. Todo a partir del montaje.
La calidad dramatúrgica de Mayorga nos lleva hacia estragos irreconocibles de lo que es capaz la naturaleza humana y su estructura de composición es envidiable, no deja cabo suelto pero sí lecturas abiertas, narración, descripción y acción, una obra digna de este siglo.
“Himmelweg” es una obra que atenta contra la pasividad, a pesar de que se valga de ella, me es imposible superar las palabras del maestro García Barrientos que señala en la presentación de la contraportada: “Obra de una dureza casi insoportable, mitigada por la mirada oblicua y el derroche de inteligencia. Incursión en el infierno de la inhumanidad, que nos hiere de muerte tanto como nos cura el milagro del arte. Pura y gran literatura. Teatro grande y genuino. “Himmelweg”.
Juan Mayorga es dramaturgo, ensayista, filósofo y matemático. Miembro fundador del grupo Astillero. Ha escrito “Siete hombres buenos”, “Más ceniza”, “El jardín quemado”, “Cartas de amor a Stalin”, “El Gordo y el Flaco”, “Animales nocturnos”, “Últimas palabras de Copito de Nieve”, “Job”, “Hamelin”, “El chico de la última fila”, “La paz perpetua” (Premio Valle Inclán 2008), “La tortuga de Darwin” y “El elefante ha ocupado la catedral”. También ha escrito versiones sobre textos de Calderón de la Barca, Lope de Vega, Durrenmatt, Lessing, Dostoievski, Valle Inclán e Ibsen, recibió el Premio Nacional de Teatro 2007.
Un autor como los hay muy pocos, hablan de grandes temas por su importancia y los estructuran de igual forma, un autor necesario, por lo que no debería dejar de pasar la oportunidad de volcarse a leerlo.
(Mayorga, Juan. “Himmelweg”. Ediciones y producciones Paso de Gato. Cuadernos de Dramaturgia Internacional número 1. México, D.F 2008. Pp. 39.)

El tendedero o del por qué confiar en los niños: Sobre las artes escénicas



Si las palabras se las lleva el viento, las imágenes muchas veces permanecen en la memoria, sobre todo si la imagen es concretada por lo que en un futuro será la conciencia teatral. Lo anterior es en referencia a la obra “El tendedero”, la cual estuvo a cargo de la compañía de teatro infantil “Sak Bej”, misma que dirige Julio Jiménez y la cual se presentó el domingo 12 de abril en el auditorio del Centro Cultural “Olimpo”.
Julio Jiménez se ha dedicado y se dedica, al teatro para niños y al teatro con niños. Cuando me fui a Morelia hace unos años a tomar unos talleres de dramaturgia, la maestra Verónica Maldonado me preguntó si conocía el trabajo de Julio Jiménez. En realidad su trabajo ha sido un referente sobre el trabajo corporal y los discursos y recursos a partir del cuerpo y la música.

La maestra Maldonado me preguntaba sobre su trabajo ya que fue el mejor que se presentó en la Muestra Nacional de Teatro de Niños en Chiapas.
Ese primer lugar que se llevó Yucatán en el 2006, lo refrendó en 2007 y 2008. Este último año presentó una adaptación de la obra “El gordo”, de Oscar Liera, pero sin palabras.
En “El tendedero”, Jéssica Cervera, Pilar Arjona, Karime Gamboa, Mariana Ceballos, Sugey Vázquez, Odette Gómez y David Zupo, nos muestran las posibilidades (y capacidades) de interpretación que los niños pueden llegar a tener: gesticulación, calidad de movimiento, ritmo, presencia y plasticidad corporal, pero sobre todo podemos ver cómo los niños se divierten y juegan sobre el escenario.
Julio Cortázar señalaba que para él, el sentido de la literatura (mismo que se podría traducir a cualquier tipo de arte) se basaba en el juego, pero el juego como un sentido de responsabilidad.
Señalaba el otro Julio, que los niños al momento de tomar una escoba y convertirla en un caballo, el sentido de verdad cobraba forma. La responsabilidad y la seriedad está entonces en que el niño asume el juego con un sentido de verdad que muchos de nosotros hemos perdido. Para el niño la escoba nunca será una escoba, sino el caballo.
Todo el juego escénico que se vio el pasado domingo en un tendedero cobraba vida a partir de las prendas que se colgaban en él, mismas que al momento de ser resignificadas nos transportaban a situaciones, personajes y ambientes que eran asumidos con ese sentido de verdad en el cual los espectadores (también niños) se involucraban.
Con los cuerpos y las prendas pudimos ver vampiros, una boda, una vaquería, un camello y hasta el mar, que convergían en un espectáculo cuyo mayor mérito fue ver las capacidades histriónicas de los niños sobre la escena.
Si bien a veces las pasiones se desbordaban, el control del cuerpo, la gesticulación y la precisión son cosa de tiempo.
Al término de la función Julio Jiménez me platicaba sobre la desconfianza que existe en el teatro de niños, y es una desconfianza que se ha generalizado por los mecanismos de mercadotecnia a los que recurren los que realizan este tipo de espectáculos, ya que muchas veces los que dirigen estas obras abogan más por el carisma del infante que por brindarle una formación. Parecería que al niño hay que dejarlo con sus habilidades natas y no encauzarlo por el camino seguro, lo que ha desencadenado espectáculos mal elaborados y dirigidos que han hecho pensar al público que el teatro de niños es una obra a la que hay que verla con ternura y sin un sentido crítico.
Al actor hay que protegerlo y no exponerlo sobre la escena. Julio Jiménez realiza un trabajo de formación en el que asume las posibilidades que tienen los niños para construir el espectáculo y los protege con el mejor recurso que podría tener, una buena dirección escénica.
La obra “El tendedero” es un viaje por los rumbos inexplorados (al menos por los adultos) de la imaginación a través del juego, sin que sea un espectáculo de pantomima. Con coreografía de Nadia Zupo y dirección de Julio Jiménez, esta obra es la oportunidad para que los niños se encuentren con otros niños y se den cuenta que el juego también puede estar sobre el escenario.
(Compañía de teatro Zak-Bej presenta “El tendedero”: con las actuaciones de Jessica Cervera, Pilar Arjona, Karime Gamboa, Mariana Ceballos, Sugey Vázquez, Odette Gómez y David Zupo. Coreografía: Nadia Zupo. Dirección: Julio Jiménez).


La escritura y la imagen del imaginario: Apuntes de un escribidor


“La escritura es mejor que tú... lo que se escribe está muy por encima de la persona”
Mario Bellatin

Nunca he creído en la grandeza moral de los escritores, ni tampoco en que se tenga que ser sórdido, bohemio o arrogante para llegar a serlo (más bien creo que ese abanico de posibilidades no viene siendo más que una decisión personal). En realidad, para mí, ser escritor tiene que ver con la posibilidad de asumir mecanismos de percepción en el que sea uno capaz de rebatir, debatir y asumir todo, hasta nuestra propia postura al momento de plasmarla en letras.
Muchas veces he visto con miedo y otras con resignación, cómo algunas personas se valen de lo que supuestamente se dice del autor o de sus desfalcos personales (como verlo borracho en una comparecencia pública o haber tenido un lío amoroso en donde salió a relucir que más que un macho era un sentimentalista) para desacreditar sus posturas ante el mundo y a veces hasta su propia obra estética.

Lo trágico de esto es que entonces condicionamos la obra a partir del acto cotidiano del autor, cuando la escritura lo que realmente pretende es alejarse de la actividad ordinaria. Cierto es que se utilizan los actos cotidianos en las obras literarias, pero se resignifican y cobran vida de otra forma, entonces, ¿por qué insistir en querer ver en la obra al autor y su quehacer diario?
Y he aquí el ejemplo de calidad moral: Edgard Allan Poe resultó un borracho, opiómano e incestuoso pedofílico; Rimbaud traficaba con esclavos y armas; Burrougs mató a su mujer jugando al Guillermo Tell y tan pasado estaba que le falló la puntería; aún así, lo narra en su obra. Heiner Muller delató a los que estaban en contra de un régimen, llevándolos directamente a la muerte; el Marqués de Sade vejó a tantas mujeres que gracias a él se acuñó el término sadismo. La lista puede trasvolarse a varios continentes y tendríamos que empezarnos a cuestionar si estos actos “inmorales” o “incorrectos” no tendrían que ver con el proceso creador de la escritura (en realidad todo acto para un escritor tiene que ver con la escritura, pero más el acto de escribir).
Creo que no hay que hablar de una vida ejemplar como ciudadano cuando nos refiramos al escritor. Esto ha sido un recurso que la política ha utilizado para crear imágenes de amigos o enemigos (exponer de forma pública las adicciones y yerros de sus contrincantes), cosa que en el mundo literario también se da, porque entonces se dice: “no le hagas caso a ese autor, es un borracho”, o “además ni se viste bien, cómo va a ser escritor”.
Un político tiene que dirigir una sociedad, entonces que se exponga al que maneja las riendas de un país, estado o comunidad. Un escritor no gobierna a nadie, más que a sí mismo y a veces ni eso. Escribir es un acto de soledad que no tiene que ver con la cuestión pública. Del escritor que se vea su obra, que se le reconozca por eso.
Sin embargo, también da miedo pensar que puede ocurrir todo lo contrario, que alguien sea más conocido o reconocido por sus actos morales y su excelente vestimenta y en realidad nunca nos enteramos (o más bien no nos quisimos enterar) que tenía una obra literaria.
Aunque este modelo bien que argumentará, “vestir bien cuesta”, “comportarse en sociedad es todo un reto”, “frenar los impulsos y tener una doble moral no se lo deseo a nadie”, pero bueno, “todo sea por ser escritor”.
Toda esta palabrería tiene una idea: la escritura es superior a quien la produce. Muchas veces es mejor quedarnos con ella. Obviamente hablamos de los buenos escritos, porque no todo lo que brilla es oro y no todo lo que está contenido en un libro está inscrito en el poder de la palabra.
He conocido a escritores realmente soberbios, arrogantes y como se diría por ahí, aquellos que se creen una gran mierda. Mucho los he cuestionado, pero lo peor de todo es que cuando los leo me desarman, porque a pesar de todo son excelentes. ¿Qué hacer contra eso? Sólo caminar y meterme en la cabeza las palabras: “La escritura es mejor que tú... Lo que se escribe está muy por encima de la persona”.
Aunque también me ha sucedido todo lo contrario. En muchas ocasiones he conocido a otras personas arrogantes, soberbias y caprichosas, capaces de presumir a sus mujeres, dinero y conectes en el mundo del arte, pero me pasa que leo sus obras e intentó buscarle tres pies al gato. Después de tanto buscar, pos resulta que esas personas no tienen nada qué decir, sus libros o publicaciones están construidos como las obras públicas de muchos gobiernos azules: se caen a pedazos. Entonces los veo borrosos y me explico que esa idea que tienen algunos en el imaginario sobre el escritor arrogante y ególatra ha sido mal empleada y ha causado estragos.
Es entonces cuando camino y ya no sé qué pronunciar. Efectivamente, lo que se escribe está muy por encima de la persona, pero eso vale para los escritores. En los niños (muy pequeños) por ejemplo, no se puede aplicar. ¿Es mejor el niño porque aún no escribe?
Pero en fin, esto son sólo elucubraciones de un escribidor. Con el paso del tiempo, los libros y las vivencias se reestructurarán estas peroratas.

El vuelo de Cliserio y la migración en el teatro para niños: Sobre la dramaturgia necesaria.



Obsesionado por saber que se sentía volar,
un joven campesino apagó su tractor,
se echó un buche de coraje y subió de polizón
al fuselaje de un DC-3 que despegaba rumbo a la ciudad de México.

A partir de esta anécdota real, ocurrida en Torreón a mediados del siglo XX, el sociólogo y músico Frino escribe su primera obra de teatro, la cual titula “El vuelo de Cliserio” y con la que se hizo merecedor del Premio Nacional Obra de Teatro Para Niños 2007 que convoca el Instituto Nacional de Bellas Artes a través de sus Premios Nacionales de Literatura.

La importancia de este premio radica en que los apoyos que se otorgan a la dramaturgia para niños son escasos, en nuestro Estado por ejemplo son nulos y este premio que año con año se convoca es un escalón importante para dar a conocer las propuestas del teatro que se escribe para los pequeños.

El vuelo de Cliserio es una obra que habla sobre la migración, el arraigo a la tierra y el campo, los sueños de un joven campesino habitante del norte de México que quiere volar, sentir lo que sienten los pájaros al alzar el vuelo, esta obra es la travesía de Cliserio que va en busca de sus propias alas.

Un pato llamado Fender que se pierde rumbo a Canadá cuando va a migrar, el cual lleva indumentaria de aviador de los años 30 (lentes, bufanda, chamarra y gorro) y carga un morral de cartero, debido al cansancio se estrella en la milpa de Cliserio y queda inconsciente, el joven campesino ayuda al pato y lo lleva a casa de su novia Atzimba para que se recupere.

Cliserio además de la compañía de Atzimba tiene como amigo a López, un viejo cacto que vive en la milpa y que es muy sabio, López conoce la historia del lugar mejor que las mismas piedras, además de llevar un sombrero norteño, una barba blanca y un paliacate en el cuello, López es como de la familia ya que ha conocido toda la ascendencia de Cliserio y es parte de la tierra.

Los padres tanto de Cliserio como de Atzimba se han ido a trabajar al otro lado (al igual que muchos hombres de la población) debido a la problemática que enfrenta el campo, uno de los grandes problemas que enfrenta México es expuesto a los niños a través de esta obra y se explican las diferencias de emigrar y ser mojado.

El pato Fender provoca que se avive el deseo de Cliserio por volar, el pato es un gracioso fanfarron que narra sus aventuras en el aíre, Cliserio no se podrá quedar con las ganas y recurre a ideas absurdas como construir una bicicleta que pueda hacerlo volar (el Cliserióptero), idea original del pato Fender, lo cual sólo provoca la burla de los vecinos, la reprobación de Atzimba, el descontento de López y que descuide su trabajo en la milpa.

En cuanto a la tierra, el señor Alatriste, dueño de Aerolíneas Lamsa, quiere comprarle su parte a Cliserio para ampliar sus pistas de aterrizaje, el señor Alatriste habla de la modernidad, desprecia la milpa y menosprecia al campesino cuando éste le cuenta sus sueños de volar.

Cliserio incluso llega a plantearse el vender la tierra para ir en busca de su sueño, pero López le advierte que la tierra no tiene precio ya que es significativa, en primera porque ahí se encuentra enterrado su abuelo. López en su afán de que Cliserio desista en su sueño-obsesión de volar, recurre al mito de Ícaro para explicarse lo peligroso que puede llegar a ser aventuras como esa, tener alas y no saber cómo usarlas.

En realidad todo lo expuesto con anterioridad es sólo una simplificación de la historia que construyó Frino a partir de una anécdota real que señalamos al principio, si a usted le interesa conocer el destino de los personajes o busca una lectura apropiada para niños que hable de temas serios (y necesarios) con un lenguaje pícaro, lleno de esperanza y fantasía, acuda a este libro, no se arrepentirá.

La obra de Frino tiene la virtud de que cada personaje tiene un habla particular, propio (lo que técnicamente llamaríamos idiolecto) que nos permite conocer diferentes puntos de vista en cuanto a un mismo tema y le da una diversidad lingüística a esta obra dramática, la obra está llena de referencias a personajes y libros de la literatura y al cancionero mexicano popular que son fáciles de ubicar dentro del imaginario, los chistes que se manifiestan a lo largo de la obra son sencillos, pero la particular actitud de los personajes nos permiten doblarnos a carcajadas.

Los recursos visuales que Frino emplea en la obra son sumamente interesantes y de una dinámica teatral que desde la lectura se puede imaginar la puesta en escena o hacer una concepción de ella.

Sólo queda señalar que este es un constructo dinámico, de esos que se necesitan para atraer a los niños al hecho escénico, pero sobre todo es una construcción que explora los temas más complejos del norte mexicano, de las realidades fronterizas y del campo, no es una obra llena de lugares comunes a las que muchas veces se remiten la explicación de estas realidades, sino que es una obra para volar y encontrar nuestras alas.

(Frino, “El vuelo de Cliserio”. CONACULTA, Colección Bosque de silencio. México, D.F. 2008. Pp. 78. Ilustraciones de Jorge Paniagua)